miércoles, 29 de noviembre de 2017

"Elementos del psicoanálisis" Capítulo 4



Capítulo 4
                   
Los elementos del psicoanálisis permiten distinguir un tratamiento psicoanalítico de los análisis que marchan bien sólo en apariencia. Comienza así su exploración desde la clínica tal como prometió en el capítulo 2.
I)                Resume los enfoques realizados hasta acá y busca las cualidades esenciales de un psicoanálisis genuino. Destaca la importancia de la transferencia y las condiciones de intimidad, privacidad y abstinencia. Subraya la importancia de la transferencia por ser el instrumento que permitió estudiar, aunque tardíamente, a un individuo a través de su interacción en un grupo.
II)              Replantea el sentimiento de soledad de Klein dentro del marco transferencial.                                   

I.             los podía buscar (I) por las cualidades secundarias en la experiencia (la posibilidad de observación), (II) en las teorías, y (III) combinando los dos métodos.
Señaló algunas características de las abstracciones que constituyen los elementos:
i)             Deben poder representar la realización para la que se los crea. 
ii)            Deben poder articularse y
iii)          Una vez articulados, deben formar sistemas científicos deductivos.

Ahora enfoca una sesión psicoanalítica y busca cuales elementos, en las realizaciones, pertenecen al psicoanálisis, sólo a él y permiten así distinguirlo de otras experiencias emocionales diferentes. No menciona a cuáles experiencias se refiere y deja por ahora una penumbra que permite imaginar dos alternativas:
a)   otra psicoterapia,
b)   un psicoanálisis que no progresa o impasse. Esta última es la que enfoca especialmente. 
Bion cree que la manera científica de determinar si un tratamiento dado puede realmente ser considerado un psicoanálisis es a través de la determinación de sus elementos genuinos en las realizaciones. Si los analistas no los encontraran, deberían resignarse a recurrir a un catálogo de detalles formales que, por acumulación, lo distinguieran, pero en ese caso lo que lograrían es, apenas, caracterizar una imitación del psicoanálisis; Bion no quiere un catálogo de normas técnicas. La construcción de la tabla se dirige a alertarnos acerca de los peligros de enfrentar un paciente, sin tener en cuenta a la parte psicótica de la personalidad, especialmente en los pacientes fronterizos, que son los que más riesgos presentan de sólo aparentar estar analizándose. Una vez que la haya construido, podrá someter cualquier tratamiento a una revisión, valiéndose de ella y decidir si el psicoanálisis está en marcha o no.
La especial cualidad de las emociones Una dificultad que surge de inmediato es definir la cualidad de las emociones en un tratamiento psicoanalítico. Trae referencias a los comentarios de los pacientes acerca de este punto. Es realmente muy común oír objeciones en los pacientes: “El análisis es frío, elimina la pasión". Y también: "Se sufre estando en análisis”. El problema es que las emociones en el análisis adquieren una cualidad especial muy diferente de las que tienen lugar en una alcoba, una guerra, una Iglesia o una fiesta. Más adelante retomará ambos tópicos. En el psicoanálisis la sexualidad, la violencia y el dolor reciben un tratamiento muy particular, diferente del que tienen en otros ámbitos. La mejor brújula es comparar la experiencia emocional analítica con otras que lo son en apariencia, propias y de los demás psicoanalistas. Por eso nos invita a los analistas a comparar nuestras experiencias con las suyas.
La regla de abstinencia descripta por Freud impide al analista cooperar con la realización de los deseos que son moneda corriente en el inconciente del paciente y del analista; impide así correr riesgos.  Estos peligros ganan en claridad si se los clasifica según los supuestos básicos, ya que el psicoanálisis es una ocasión más en las que los hombres se agrupan. El prejuicio social (presente en la mente del paciente, del analista y del público) señala como peligro más frecuente el que corresponde al supuesto de apareamiento. Por ende, si dos personas se reúnen en un cuarto, lo que el común de la gente creerá es que se sentirán inclinados a tener relaciones sexuales, para estar mejor y no correr el riesgo de experimentar soledad, pues su mutua frialdad los condenaría a la incomprensión y el desamor. Pero no sólo este grupo de emociones, sino también las asociadas a los otros dos supuestos básicos, pueden existir en las mentes de los protagonistas del tratamiento, tanto en lo que hace a las metas como a los peligros.
Tres anécdotas pueden ilustrar bien este punto:
1.    L: Las monjas del convento están preocupadas porque Sor María se queda sola con un hombre, a puertas cerradas, durante cincuenta minutos.
2.    H: Los padres de Marisa, una adolescente histérica muy actuadora, están separados y se odian. Cada uno cree que la psicopatología del cónyuge es responsable de la enfermedad de su hija. La madre (el padre) teme que Marisa me mienta y me lleve a pensar que ella (él) es el culpable de la enfermedad y así consiga enrolarme en una campaña en contra de ella (él). Marisa alterna en la elección del enemigo de turno.
3.    K: El padre de Alberto, un amigo mío, le decía irónicamente, cada vez que su hijo partía hacia su sesión: "Ay Alberto, ya te vas a lo de la gitana para que te adivine la suerte". La mayoría de las personas cree que los psicoanalistas poseen algún conocimiento acerca de cómo se debe vivir - por poco que esto quiera decir - y supone que pueden guiar a sus pacientes por un buen camino.     
Luego emplea otros términos: El analista y el analizado no deben perder la sensación de aislamiento dentro de la relación íntima que mantienen. Por “relación íntima” se entiende una relación apasionada entre individuos.
El aislamiento alude a que en el consultorio:
1º. sólo se habla de lo que está sucediendo allí,
2º. sin pasar a actuar nada de lo que se siente.
3º. nadie, fuera de los protagonistas, puede participar de la experiencia. Además, nos remite desde ahora al sentimiento de soledad tal como lo concibió Melanie Klein, en sus tres variantes[1].
Éste, replanteado desde los aportes de Bion a la teoría de los grupos, podría pensarse así: si los miembros participan de las premisas tácitas del supuesto vigente, se sienten acompañados, pero pagan el precio de que cada individuo pierde importancia, con el fin de que el grupo asegure su existencia y eso combata la sensación de soledad. Por lo tanto, si un individuo se aparta de los supuestos, es aislado inmediatamente por el resto de los miembros.
También enfatiza la privación propia del análisis -en el sentido de privacidad- y afirma que el analista tiene la responsabilidad de que lo que allí sucede no sea compartido por nadie, ni en lo que hace a los contenidos, ni en lo que respecta al ejercicio de la responsabilidad por las consecuencias que pueda traer lo que ocurra en el consultorio. Bion afirma que aún con una cooperación mala por parte del paciente, el clima de privación debe ser el mismo. En eso es consecuente con Klein quien trataba a niños y psicóticos con el encuadre clásico y se enfrenta a las propuestas de alterarlo que existían en la Sociedad Británica. La continencia depende de la comprensión y no de hacer o dejar de hacer algo extraño a las reglas clásicas del sistema.  Recordemos que Bion, en sus primeros trabajos (en el ejército), afirmaba que él, como terapeuta de los grupos de soldados, debía comportarse como un general del Ejército Británico, para que, con su ejemplo, pudiese inspirar a los enfermos el sentido de responsabilidad.  Después, como analista, permite e invita al paciente a compartir en la experiencia, el trabajo de mantener la intimidad y la abstinencia con igual sentido de responsabilidad. Las consecuencias generales a las que se refiere son los cambios que pueda experimentar la personalidad del paciente; entre ellas se destaca, cuando el paciente es un fronterizo, la posibilidad de que experimente un brote psicótico, en cuyo caso la privacidad se pierde, porque los familiares, los médicos, los abogados y el público irrumpen. 
Sería voraz:[2] el analista que no se conformara con los frutos de la experiencia científica que tiene lugar allí y procurase algo más. Puede ser que intentara hacer que otros participen, ya sean conocidos suyos, o él mismo, pero no en su carácter de científico. Eso desbarataría la posibilidad de que el análisis exista. En “Experiencias en grupos” insistía largamente en la inadecuación de interpretar algo a uno de los individuos del grupo, por ejemplo: un sueño, porque no estaban dadas estas condiciones de intimidad. En cambio, el psicoanálisis las brinda.
La generosidad del analista se manifiesta en participar del vínculo, estar atento a y tolerar las emociones transferenciales, que lo habrán de invadir (asociadas a los supuestos básicos) y sufrir la sensación de soledad a la que se expone cuando participa como individuo.
El sentimiento de soledad, que resulta de las condiciones anteriores, provoca en el paciente la sensación de que el analista no lo comprende y en consecuencia no lo gratifica, porque ha despertado en él pasiones que no se consuman. Klein describe largamente este sentimiento como la sensación de haber perdido una situación de seguridad, un estado perfecto, una relación de comprensión mutua inefable, que supuestamente existió en el pasado (entre la parte buena del self y un objeto bueno idealizado). Se trata por lo tanto de un paraíso perdido, como más adelante Bion ilustrará con mitos. Comparando su situación actual, en análisis, con el estado perfecto, el paciente se siente expuesto a la soledad. Por lo tanto, según Klein un individuo se siente solo, de tres maneras diferentes cuando:
c)    está rodeado de gente que lo mal-entiende con malas intenciones, 
d)   está rodeado de gente que no está ya en condiciones de entenderlo, porque han sufrido ataques que los privaron de las virtudes necesarias para comprenderlo, aun cuando lo intentasen,
e)   o rodeado por personas del sexo opuesto a las que supone dotadas de cualidades inferiores. 
El sentimiento de soledad del analista se hace mucho más accesible si recordamos los trabajos de grupos. La fuente de la vitalidad de los participantes son las emociones asociadas a los supuestos básicos que surgen cuando el grupo se reúne. Si cualquiera interviene como un individuo, se aparta de los supuestos y despierta emociones que no son bienvenidas por los miembros que reaccionan con hostilidad; pero él mismo, como miembro, que es del grupo, se siente en riesgo al contradecir los supuestos con su intervención, ya que de las emociones asociadas al supuesto vigente emana la fuente que da fuerza a la existencia del grupo.
La separación de los demás miembros implica un costo de dolor y soledad debido a la herencia animal heredada. Esto padece el analista cuando sostiene las reglas del sistema (la actitud analítica).
La herencia primitiva animal estaba fuertemente sugerida en “Experiencias en grupos”, como si las personas que funcionan en supuesto básico fueran más parecidas a una transición entre manadas y un grupo humano, que nos remite a las hordas. De cualquier manera, los miembros de los supuestos básicos son más humanos que las cebras. En ellas hay sólo instinto y en los miembros emociones asociadas como valencias. Hay que seguir al líder de la manada. Remoza así "Totem y tabú"
Para los miembros:
(i)              el líder es un dios al que hay que tener cerca.
(ii)             Cuando el líder ha establecido su supremacía, se acopla a las hembras que elige y los otros ejemplares machos miran sin chistar. En cambio, los miembros confían en que los retoños traerán porque sí, sin que nadie haga nada, un estado de seguridad y bienestar mayores, por la llegada de un Mesías. 
(iii)            Si aparece alguien que no pertenece a la manada hay que matarlo o fugarse. En cambio, los hombres necesitan un líder que más bien encuentre o invente un enemigo y planifique una huida o una batalla, que casi nunca se consuma (a veces sí)[3].
         El Mesías es un Dios que retorna luego de una muerte aparente ya que su mortalidad circunstancial fue su propia decisión. Históricamente los judíos esperaban la llegada del Mesías, a lo sumo, en meses. Los hechos han obligado a variar la acepción. Una llegada del Mesías traería un cambio catastrófico –algo que salve al planeta y el futuro de la humanidad- o bien un desastre apocalíptico –una catástrofe.
Después Bion reformuló estas conclusiones en términos compatibles con el desarrollo evolutivo kleiniano. Cada ser humano, ante la angustia que le provoca su participación en grupos, tiende a producir una regresión desde la posición depresiva a la esquizoparanoide. Simultáneamente la posición esquizoparanoide se achata hasta que sólo un tercio (H, L o K) de las emociones propias del complejo de Edipo subsisten y cada miembro efectúa una identificación proyectiva que provoca un sorprendente resultado: todos tienen acuerdos básicos iguales, metas y temores iguales. Así compatibilizaba el análisis británico con sus descubrimientos acerca de la psicología de las masas, siguiendo la senda de Freud.[4]
Bion va a retomar más adelante el problema de los instintos, pero no hace una crítica explícita de los postulados freudianos. Se limita a describir hipótesis intermedias relacionadas con el tema, como la de los fenómenos protomentales (un equivalente del concepto de pulsión por estar en ellos indiferenciado lo corporal de lo mental) de donde emergen de a uno los fenómenos propios de los supuestos básicos, cuando logra producir fenómenos psicológicos. Existe una serie complementaria entre el grado de desarrollo que alcanzan los fenómenos protomentales hacia diferentes manifestaciones psicológicas, físicas y sociales y la capacidad del especialista (psicólogo, médico o sociólogo) de percibirlos, sofisticando los instrumentos de observación. No existen evidencias sensibles de los fenómenos protomentales. Si se las pudiese detectar, pasarían a ser mentales, físicos o sociales.
La separación puede lograrse sólo a costa de sentimientos dolorosos de soledad y abandono que son:
(1) El sentimiento de inseguridad que siente el analista con su parte miembro del grupo, cuando interviene como un individuo,
(2) el sentimiento de soledad que también siente como individuo porque pierde su contacto con los objetos con los que conformaba el grupo, que son desconocidos.
El objeto aparentemente abandonado es
(1) la mente primitiva y
(2) la primitiva capacidad social del individuo como un animal político con el prójimo. 
El individuo, o sea la parte de la personalidad separada del grupo, o el analista separado de las emociones que comparte en el vínculo transferencial, tiene una tarea nueva, diferente de la que tiene un miembro del grupo. Este último tiene que ajustarse a las normas del supuesto básico que rige, para lo cual tiene que estar atento al ambiente en busca de un dios presente o futuro que tenga omnisciencia, o uno actual que detecte enemigos.
En cambio, la parte separada tiene que estudiar
a)   al individuo y
b)   cómo lo afecta el hecho de que, simultáneamente pertenece, como miembro, al grupo en el que vive.
Esta sería la versión de Bion de lo que Freud planteaba desde el principio en términos de la determinación inconciente, como el objeto de estudio de los psicoanalistas. Retoma, con otros términos, lo que ya hacía en "Aprendiendo de la experiencia": la función psicoanalítica de la personalidad.
Él cree que la Religión, primero con los mitos y luego con la obra de los teólogos, en tanto se detuvo en el estudio de las imperfecciones del hombre, inauguró este tipo de pensamiento. Otro tanto hizo el arte en tanto se dedicó a desentrañar las pasiones de los hombres.[5] La ciencia en cambio, por mucho tiempo, se dedicó al estudio del ambiente. El psicoanálisis tendría un lugar privilegiado, desde Freud y sus descubrimientos sobre los sentimientos incestuosos y parricidas, pero fundamentalmente desde que estudió al individuo en la dinámica de un grupo de a dos (1905). Klein avanzó notoriamente con sus descubrimientos sobre la identificación proyectiva, que juega un papel destacado en el desarrollo del pensamiento.
Habría acontecido un cambio extraño en el hombre. Algo que no es meramente adaptativo, sino que va en contra del comportamiento de sus ancestros, porque le permite, al no estar atento sólo al ambiente, desarrollar una mente individual y adquirir una conciencia que se puede estudiar a sí misma.[6]


















[1] 1963. “Sobre el sentimiento de soledad”.
[2] Usa términos como “voracidad”, porque está investigando los elementos de la clínica psicoanalítica. Elementos como estos se disciernen claramente como parte de la experiencia emocional. El analista puede considerar de qué manera ellos son esclarecidos por las teorías psicoanalíticas, por ejemplo, la del erotismo anal.
 


[3] Cuando se combate, los hombres funcionan como grupo de trabajo. El ejemplo máximo de habilidad militar quizá fue Alejandro y Gaugamela la batalla ideal. 
[4] "Group Psychology and Ego analysis" es la traducción de Strachaey. De donde “group” tiene como acepción grupo y masa. 
[5]  Nora Costantino, mi mujer, cree que no hay comprensión de la naturaleza humana que supere la de Marcel Proust, al que considera junto a Joyce el mayor exponente de la literatura del siglo XX. Lo considera “la cumbre” por así decir, pero la lista de genios debería incluir a Homero, los griegos de los siglos IV y V a.c., Shakespeare, Cervantes, Borges, Tolstoi, Dostoievski. Me detengo porque la nota sería más larga que el capítulo. Suele leerme fragmentos o poemas que aúnan comprensión y belleza conmovedoras. 
[6] Se puede rastrear quién fue la primera mujer (fueron más de una, pero no muchas más). Pertenecen al género homo sapiens. Su seguimiento se hace mediante el AND mitocondrial. Eran habitantes de frica que vivieron hace 200.000 años. Desde allí migraron sus descendientes y poblaron la Tierra toda.

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