Capítulo
3
Todos los
elementos son funciones y tienen tres dimensiones.
I.
Son
funciones.
II.
Cumplen
funciones.
III.
Enumera
las magnitudes que registran los psicoanalistas, es decir las dimensiones
observables de los fenómenos psicoanalíticos.
I Los elementos son funciones
La aproximación a
los elementos que espera descubrir en las realizaciones va a ser gradual. Por
ahora ha descripto las características que deben tener. Si recordamos los
comentarios teóricos de Wisdom, comprenderemos cuan complicado es el camino que
recorrerá hasta el último capítulo. Se ha propuesto explorar la clínica y
estudiar las teorías, combinar ambas perspectivas y recién entonces podrá
precisar los elementos. El presente paso es muy importante; lo que aquí
describe va a ser central.
El primer contacto
de un recién nacido es con una función.
Retomamos el
comentario que ya expusimos acerca del orden en "Volviendo a pensar".
Está dividido en dos partes:
1º. hasta
"Sobre la arrogancia" exclusive, desarrolla los factores de los que
la personalidad depende;
2º. Después se
dedica a investigar el ambiente –la relación con la madre- invirtiendo así la
secuencia evolutiva del mito que se reconstruye, porque describe en último
término los fenómenos más tempranos.
Los factores que
integran las funciones son cualidades propias de la personalidad del paciente,
rastreables a partir del tipo de relación de objeto que el self establece,
según su grado de integración. Entre los factores, algunos son de orden
constitucional y suelen estar expresados mayormente en terminología kleiniana.
Una buena muestra de ellos se encuentra en el comienzo de "Diferenciación
de la personalidad psicótica de la no psicótica".
El producto de los
factores determina cómo es la transferencia en un análisis conducido con una
noción de proceso semejante a la de Klein. Como no abundan las muestras, es
difícil describir el paradigma, especificando cuáles son los factores y cuáles
las variantes cuantitativas que tenían en cuenta los autores post-kleinianos.
Klein en "Envidia y Gratitud" privilegia el quantum de envidia y odio
y la capacidad de amar. En el capítulo 10 de este libro hay una enumeración
probable de los factores principales:
1) amor,
2) odio,
3) curiosidad,
4) envidia, y
5) voracidad.
Básicamente se
pueden reconocer dos tipos de pacientes representativos, según el peso de los
factores constitucionales:
1) Pacientes
neuróticos, cuyo modelo es la histeria de angustia y
2) Pacientes
con alteraciones del pensamiento provocadas por importantes regresiones a
la fase esquizoparanoide, cuando enfrentan en su desarrollo los conflictos
depresivos, con poca tolerancia para la ansiedad.
La propuesta sería
poder desarrollar una fórmula en la que una experiencia emocional repetida y
típica de la personalidad pueda “calcularse” mediante una ecuación con una
constante de proporcionalidad y factores varios como la envidia y la capacidad
para tolerar la angustia en el segundo miembro.
La personalidad = k. Envidia x voracidad x tolerancia a la angustia
Porque plantea
esta meta, cuyo cálculo es inconcebible en el presente, incluye más adelante en
la tabla una hilera para el cálculo, por ahora vacía.
II
Tienen funciones
Los elementos
tienen o cumplen funciones que dan por resultado fines. Para los médicos es
imposible desligar el término de la fisiología, pero “aim” se relaciona
naturalmente con las teorías sucesivas de Freud acerca de la energía que
abastecen con pulsión la mente. El
fin de una pulsión aislada es básicamente la descarga, que Bion relaciona
oportunamente con el principio del placer. Pero el tema se complica si se
tienen cuenta las organizaciones libidinales que Freud y Abraham acuñaron. Si
las pulsiones están organizadas, hay relaciones de objeto y por lo tanto
intercambios entre el hijo y los padres.
Las funciones del
tubo digestivo en sus dos orificios
terminales pasan a servir de apuntalamiento para los fines propios de los
vínculos entre el infante y la madre. Sobre las funciones digestivas, se
modelizan las psicoanalíticas: la incorporación, expulsión, escisión, digestión
o discriminación y enlace de las partes, son ahora los fines. Tratemos que
desbrozar estas vertientes, teniendo en cuenta las funciones del yo.
a) Heredera de los
desarrollos de su analista, Klein piensa que tanto el self como los objetos
cumplen funciones. Utiliza para describirlas el nombre de mecanismos y rara vez
el de funciones:
i) defensa contra el instinto de muerte,
ii) deflexión instintiva,
iii) incorporación
o introyección,
iv) disociación,
v) fragmentación,
integración,
vi) síntesis,
vii) reparación,
viii) función
nuclear del yo,
ix) función de
preservación del objeto,
x) identificación
proyectiva, etc.
Estas van a subsistir
en Bion, aunque no ya como mecanismos sino como funciones que se realizan en
las sesiones entre ambas mentes
participantes.
b) Bion utiliza los procesos biológicos como
modelos. Dentro de la fisiología, Bion usa la función digestiva para modelizar
el pensar. Tiene en cuenta tres aspectos de la misma: tragar, digerir y
evacuar. Esta última -evacuar- es el modelo de funcionamiento del principio
del placer; en el principio de realidad intervienen fundamentalmente la
incorporación y la digestión[1].
También Freud era proclive a usar como modelo el metabolismo (cata- y el
anabolismo). Bion emplea también modelos urinarios (desintoxicación), respiratorios y son una constante los modelos genitales (acoplar, apareamiento).
Todas estas funciones tienen evidencias sensoriales para los individuos
mientras se están cumpliendo, no sucede lo mismo con los procesos neuronales y
endócrinos y por lo tanto Bion no puede usarlos como modelos.
El aparato
circulatorio en cambio, sí tiene evidencias sensoriales muy palmarias de su
funcionamiento para un sujeto adulto y todos los idiomas están plagados con
ejemplos de términos influidos por la función cardíaca, pero no han encontrado
eco en los modelos de Bion, tal vez por no estar enlazados con orificios de
intercambio.
c) Las funciones
del yo de Freud, que participan en los procesos secundarios y son muy poco
tenidas en cuenta por Klein, van a ser desplegadas por Bion en el capítulo 5.
Su relación con la significación y el significado se hará evidente en ese
capítulo y el siguiente.
Es decir que los
elementos dependen de factores, que son propios del self y del ambiente. Sólo
puede estar refiriéndose a la relación de objeto que está vigente en sesión
entre la personalidad del paciente y la experiencia del analista.
Son funciones que
se hacen entre sí quienes participan, paciente y analista. Siempre son personas
las que cumplen las funciones, aunque el paciente a veces no lo entienda así.
Puede creer que participan cosas, dioses y monstruos. En principio podríamos
decir que el analista ejerce funciones sobre el material que el paciente expone
y recíprocamente éste también cumple funciones. Es fundamental que el paciente
exponga su neurosis. Desde el punto de vista del analista, él y su paciente están
siempre vivos, pero para el paciente puede no ser así. El paciente puede pensar
que el analista es una máquina (un grabador).
Cuando usamos un
signo (como elemento a), representa una función, desconocida porque la
realidad, cualquiera de sus partes, es incognoscible, pero sus cualidades
primarias (que dependen de su delimitación conceptual) y su articulación con
las demás abstracciones y secundarias (que se pueden encontrar en situaciones
clínicas que se acerquen a ella), sí se pueden conocer, a partir de la teoría y
de la clínica.
IV.
Cualidades
secundarias de los elementos
Los elementos del
psicoanálisis pueden asumir variadas formas: son funciones.
El problema de la
posibilidad de observar los elementos puede abordarse desde muchos ángulos. Elige
el sentido común como un punto de partida. Y expone francamente las
dificultades que eso supone, debido a desacuerdos corrientes, porque ni el
común de la gente (incluyendo los científicos), ni los diferentes analistas
entre sí, ni el analista y su paciente, se ponen de acuerdo acerca de qué es
observable en un análisis. Los elementos deben definirse de tal forma que, por
lo menos, pueda existir sentido común entre paciente y analista y los analistas
entre sí. El libro está organizado acerca del desacuerdo entre un paciente y su
analista acerca de la naturaleza de un objeto que ambos estudian, un objeto que
parece un sueño. Acá sentido común
significa común a más de una persona.
Después toma en cuenta la segunda acepción del término, en referencia a
experiencias sensoriales. El patrón de comparación la convalidación de la
existencia de un objeto físico puede llevarse a cabo, por medio de más de un
sentido. Si alguien sueña, observa un objeto que no existe en el mundo externo
y puede verlo, pero no tocarlo simultáneamente. En cambio, si alguien ve una
silla y además la toca, da por sentado que existe. La capacidad de un paciente
de discriminar un sueño de una experiencia va a ocupar buena parte de los
capítulos posteriores; porque como acabamos de decir considerará al sueño como
el prototipo de los objetos que estudia el psicoanálisis.
Bion nunca emplea
el término “sentido” (sense) cuando
quiere decir significado (meaning),
siempre lo emplea como “órgano de los sentidos”, pero ahora, cuando quiere
discriminar las dimensiones de los elementos, usa “sentido” de una manera muy
condicionada, pues hace uso del término sólo de una manera análoga. Los
psicoanalistas emplean intuiciones a las que llegan a partir de los datos que
proveen los órganos de los sentidos, pero incluye a la conciencia entre ellos,
actuando como si fuese un órgano de los sentidos más. Las cualidades
secundarias de los elementos no van a ser simplemente sensibles, en el sentido
habitual del término, sino inferencias indirectas. Toma como prototipo de un
observable a la angustia el componente del material que seleccionaba Klein para
orientar sus investigaciones y también un observable que Freud privilegia
cuando abandona la primera tópica y se enfrasca de lleno en el punto de vista
estructural.
Bion compara al
psicoanalista con otro científico, pero en realidad se refiere más bien a un
filósofo de las ciencias, ya que un químico da por descontado que una piedra es
una piedra y se pone a estudiarla. En cambio, un filósofo de la ciencia se
pregunta acerca de otras cuestiones. El químico no duda, ve y toca la piedra,
está seguro, como el Segismundo de Calderón, quien sabía que estaba despierto
porque miraba y tocaba y por lo tanto se daba cuenta de que su padre quería
engañarlo, cuando le decía que quizás estaba soñando.[2]
Un físico por su lado precisaría la dureza de la piedra determinando qué
materiales raya y por cuáles es rayada, para lo cual usaría todos los sentidos
que le hagan falta, sin pensar cuantos usa.
Debe haber algún
sentido, más preciso que el coloquial, para establecer un sentido común en las
observaciones y descripciones de los psicoanalistas. La gente no le discutiría
a un físico la validez de su experiencia cuando está tratando de determinar la
dureza de una piedra y en cambio, muchos les dirían a los psicoanalistas que
eso que ellos observan es un engendro inexistente, que carece de sentido común.
Todos dan por descontado que las piedras son duras, pero nadie da por
descontada la existencia de los fenómenos que los psicoanalistas preconizan.
Para peor, ni los mismos psicoanalistas se ponen de acuerdo entre sí, acerca de
qué vale la pena observar en un análisis.
Sintetizando: Bion
está hablando de los órganos de los sentidos (sense), pero aunados y teniendo
en cuenta el órgano de la conciencia y el aparato mental del observador para
definir cuál es la naturaleza del órgano de los sentidos por los que se
aprehende un elemento psicoanalítico.
La contraparte de esto es definir las dimensiones, que equivalen a las
magnitudes que, por los sentidos (y prolongaciones mecánicas o electrónicas),
se aprecian en las ciencias duras. Los elementos psicoanalíticos no se perciben
con la vista, ni con ningún órgano en especial, sino con todos en conjunto y no
sólo eso.
Se lamenta de
tener que comenzar por algún punto y así dar la impresión de que el problema
que estudia tiene un comienzo[3].
Desde Freud en
adelante los psicoanalistas formulan premisas para explicar los síntomas, los
sueños, las formaciones del inconciente y el carácter de los pacientes,
basándose en que, en el inconciente, todos ellos tienen un significado
entramado en el complejo de Edipo. Las premisas se ponen a prueba en las mismas
sesiones. Bion opina que las premisas del psicoanálisis son más parecidas a las
de la filosofía y la teología que a las de la ciencia. Ninguna de las tres
tiene cálculo y todas trabajan con ideas y emociones. Define nuevamente a los
objetos como derivados de los elementos, una combinación determinada de algunos
de ellos. Cada interpretación -ella misma es un objeto- debe
iluminar otro objeto: un sueño, un síntoma, o una formación del inconciente que
se actualiza en la relación entre el paciente y el analista, que se define por
una o más funciones que relacionan a los dos personajes (p¬¾®a).
Cada
interpretación debe referirse a estas dimensiones necesariamente:
1. Extensión en el dominio del sentido.
2. Extensión en el dominio del mito.
3. Extensión en el dominio de la pasión.
Obviamente la única dimensión, entre las que enunció,
que es sensorial es la primera. Las tres se refieren a las cualidades
secundarias, en tanto el observador es impresionado por la situación
trasferencial particular que el paciente establece.
III. A. Dimensión en el dominio de los sentidos
Lo interpretado debe ser visible o audible. Es
necesario que pueda ser percibido por los órganos de los sentidos. No menciona
al efecto que siente el analista provocado por las asociaciones, pero queda
implícito, porque no es central en el punto que estamos considerando. Enfatiza
que la experiencia emocional a la que el analista se refiere debe haber
ocurrido siempre en el consultorio y, por lo tanto, se supone que ambos
participantes la percibieron con los sentidos. La mayor parte de los hechos
observados se refieren a dichos de los participantes, debido a la naturaleza de
la regla fundamental y al tipo de herramienta que usan los psicoanalistas, que
es verbal. Pero hay otro tipo de manifestaciones no verbales, movimientos,
miradas, olores y sensaciones internas que capta el órgano de la conciencia de
cada uno separadamente. Los relatos verbales se refieren muchas veces a
imágenes visuales, por lo menos es así en los sueños y, aunque el analista no
los ve, oye su narración. Las conductas físicas, los dichos, las sensaciones y
las imágenes descriptas se acumulan, hasta que determinados patterns las conjuguen. Sólo cuando se
repiten los fenómenos se tornan psicoanalíticamente significativos. Cada frase,
movimiento, sensación o imagen puede considerarse formando parte del conjunto
de impresiones sensoriales que conforman la sesión.
El analista no
puede referirse a algo que no ha pasado entre los dos, recién o en sesiones anteriores. Pero puede ser que
durante las mismas alguno de los dos haya oído o visto algo que el otro no vio,
mi oyó, algo que el otro no sintió y esto pasa a ser significativo. Eso no
invalida la experiencia. En cambio, una interpretación queda invalidada si se
refiere a algo que no pasó allí, de lo cual ambos no puedan dar cuenta con los
sentidos, porque es al vínculo que los relaciona al que la interpretación se
dirige y para entenderlo es necesario compartir la experiencia. Pero si el
analista percibió que el paciente estaba furioso, puede ser que el paciente no
lo haya notado (porque no tomó conciencia, no lo anotó, lo olvidó o haya
desaparecido) y eso no invalida la interpretación porque los otros datos de la
experiencia en común sí son compartidos y entonces es lícito hablar de ella. Lo
mismo vale para aquellas veces en que los dichos del paciente se refieren a
experiencias que él sintió como tales, en las que el analista supuestamente
intervino, pero que en realidad eran sueños no reconocidos como tales,
alucinaciones, y el analista ignora el hecho. Eso también es significativo. Si el analista percibe angustia en el
paciente, no usa sus sentidos sino indirectamente y de una manera muy distinta
de la que emplea el paciente, ya que la angustia es suya (del paciente) y la
siente directamente.
Esta dimensión
requiere pocas palabras para su descripción, pero invalida un gran número de
intervenciones que habitualmente se emplean en las psicoterapias y son
inadecuadas para el psicoanálisis. La obra de Freud fue tan contundente que se
ramificó en muchas disciplinas colaterales que también buscan la mejoría[4] de
los pacientes por medio de la palabra, pero no respetan las dos reglas básicas
del método psicoanalítico: 1) la asociación libre como consigna para el
paciente y 2) la regla de abstinencia y la atención flotante para el analista.
Según la dimensión del sentido, el analista rompe el significado manifiesto de
lo que el paciente dice y hace, pero no puede hablar más que del material que
se presenta en la sesión, tal como se presenta. No puede dirigir un
interrogatorio, diseñar estrategias o elegir focos a priori. Esto requeriría
una capacidad de vaticinio de parte del analista que lo iguala a un loco o a
dios.
Esta condición, la
del sentido, es necesaria pero no suficiente para decidir si la interacción
entre dos personas que conversan es un psicoanálisis, o no.
III. B. La dimensión del mito
La dimensión del mito implica fabricar modelos, comparar dos o más experiencias
emocionales y describir elementos en común a ambas. Afirmar que un paciente
odia no va más allá del dominio de la dimensión del sentido, ya sea que el
analista se dé cuenta del hecho, por el tono de voz, por los dichos, por el
gesto o por la sensación de miedo que él mismo experimenta. Bion afirma que una
interpretación requiere efectuar una comparación, siempre debe contener un
modelo que el analista primero detecta y después formula. La interpretación
debe describir cómo dice el paciente lo que dice. Un analista sólo puede
intervenir y entender si existen repeticiones. En un modelo se alude a dos
experiencias, la que está teniendo lugar y otra que opera como referencia;
ambas tienen elementos en común. Un analista siempre describe que algo ocurre
“como si” sucediese de una manera particular.
A una
interpretación que afirme que el paciente está enojado, se le debe agregar este
tipo de modelo. El paciente experimentó lo que el analista le dijo como si
hubiese estado ocurriendo otra cosa. En el ejemplo que propone, el paciente
reaccionó a una interpretación como “un nene que quería pegarle a su niñera,
porque le había dicho que era travieso”. La referencia es siempre, directa o
indirectamente, a una situación infantil y tiene en cuenta una descripción,
antes no manifiesta, de las cualidades de los personajes y un peligro en
ciernes.
Las afirmaciones
presentes en el modelo no pretenden ser hipótesis científicas. No intentan
simultáneamente afirmar una generalización válida, no tienen valor universal.
Si un chico se porta mal y la niñera lo reta, el chico puede querer darle un
sopapo a ella, ponerse a llorar, permanecer indiferente, etc. En los supuestos básicos los miembros no
parecen niños, parecen adoradores de una deidad, miembros de un departamento de
inteligencia detectando a un enemigo, o testigos complacientes de una ceremonia
herética con características sexuales. Los pacientes de "Volviendo a
pensar" parecían personajes de novelas de terror, sorprendidos ante fenómenos
totalmente extraños y sobrecogedores. Sin embargo, todas esas situaciones
pueden ser reconvertidas, de acuerdo a leyes del sistema teórico, en
situaciones infantiles del desarrollo.
Un filósofo
descartaría las afirmaciones que se sostienen en los modelos como falsas. No
son verdades científicas, no son buenas teorías, son meros mitos.
El mito no es una
buena teoría científica, ni una tontería irrelevante; es una dimensión
necesaria de las interpretaciones psicoanalíticas. Bion prefiere emplear esta
palabra para resaltar la naturaleza grupal
de los fenómenos psicoanalíticos[5].
Descarta toda connotación peyorativa para el término. Le conviene para
compararlo, más adelante, con los mitos sociales.
El equipo de un
psicoanalista debe contar con procedimientos que le permitan formular mitos. Los mitos personales (C) no son hechos observables
(B), porque lo único “observable” son los comportamientos del paciente y del
analista. Sólo son observables si se tienen en cuenta las experiencias de las
que el analista participó en otros análisis, fundamentalmente en el propio.
Tampoco implican una ley general de la cual se encuentra una realización allí, no son (G). La ley general (G) sólo
abarca lo que tienen en común los mitos individuales. Son en cambio una
evocación emocional con características de mito personal. Bion volverá a
emplear estas ideas en el capítulo 20, de un modo que no resulta fácil de
comprender si no se las remite aquí.
Cuando una
interpretación no incluye un mito, algo falta en la interpretación, es
incompleta. Por supuesto una interpretación no tiene por qué hacerse de una
vez, en una única formulación, pero Bion se está refiriendo a una
interpretación, no importa cuánto tiempo lleve construirla.
III. C.
La pasión
Bion afirma que
prefirió “pasión” a otros términos
más habituales. El amor y odio se
alteran por la importancia que Bion le otorga a la curiosidad científica. Hasta acá sabíamos que L, H, y K eran algo
perteneciente a la emoción que relacionaba a un participante con el otro en un
vínculo, en el sentido de que uno afectaba al otro.
Les atribuye "calidez"
e "intensidad"; son
términos que aluden al amor y es obvio que no hay amor sin odio, pero Bion
quiere eliminar de la pasión a la violencia
y es difícil saber a qué se refiere, a pesar de que nos advierte acerca de que
la violencia puede coexistir con la pasión si obedece a la voracidad. La
voracidad es un término que Klein acuña y relaciona con la introyección. Supone
la existencia de hambre, típica de la posición depresiva, aunque peca por
exceso, es insaciable. Corresponde a un impulso que pretende conseguir algo que
está más allá de lo que el individuo recibe, ya que no quiere dejar nada sin
conocer y gozar. Está condenado tarde o temprano a la insatisfacción. Cuando un
paciente frustrado atribuye mezquindad al objeto, ya no es voracidad lo que lo
impulsa, porque interviene la proyección y entonces el analista deduce
que el paciente está movido por envidia. La codicia supone un existente
deseado y no alcanzado que se intenta incorporar, pero la intolerancia se
acompaña con un splitting muy intenso que impide la digestión (discriminación)
y el crecimiento. Sin embargo, requiere para existir un vínculo depresivo,
aunque sea inestable, propio entonces de la pasión. La voracidad anula la
facultad necesaria para abstenerse y no consumir todo de una vez (to spare).
Si nos
remitiésemos a los términos de "Aprendiendo de la experiencia",
podríamos decir, que cuando la envidia es el factor prominente, el paciente
equipara expulsar un pecho malo a incorporar uno bueno, mientras que cuando el
factor es la voracidad, el paciente incorpora muchos pechos buenos escindidos
simultáneamente. Un ejemplo que ilustra magníficamente este punto se encuentra
en "Notes on the theory of schizophrenia" (pag.31).
De aquí podemos
deducir que Bion piensa que existe violencia cuando actúa la identificación
proyectiva excesiva, porque su accionar borra las diferencias entre el self y
el objeto y por ende la relación apasionada se torna imposible. Cuando decimos
vínculo depresivo no nos referimos solamente a la posición depresiva estable,
sino que incluimos momentos depresivos tempranos.
Los celos en cambio son el componente más obvio del amor y son
esenciales en el complejo de Edipo. Los celos incluyen odio, pero
simultáneamente con amor y curiosidad. Sólo se puede eludir sentir celos por el
empleo de mecanismos esquizoides que provoquen negaciones propias de la fase
esquizoparanoide del desarrollo. La violencia existe entonces, las más de las
veces, sin acción física, debido al mero uso de la identificación proyectiva
excesiva.
No basta la
presencia de L, H o K para que haya pasión.
L, H y K son
elementos necesarios para construir la tabla, fueron incluidos ya entre las
emociones, pero la presencia de alguno de ellos no garantiza la existencia de
pasión. Esto se vuelve más comprensible si se tiene en cuenta "Experiencias
en grupos". Pienso que cada supuesto básico aislado (L, H o K) presenta
las emociones asociadas a cada uno de ellos. En el grupo de trabajo se
desarrollan actividades que integran las emociones de los dos supuestos
inactivos, para promover el crecimiento. Las interpretaciones conmueven a los
supuestos básicos, se refieren a ellos. También los conmueven las
intervenciones de los individuos (el paciente), aunque no sean
interpretaciones. Ambas son muy distintas de las colaboraciones anónimas que
formuladas por los miembros componen al supuesto básico. Puede parecer caprichosa la analogía que
trazamos entre L, H y K y las emociones asociadas a los supuestos básicos, pero
fue el mismo Bion quien dijo que con el empleo de sus descubrimientos en grupos
iba a conmover el psicoanálisis y, de otro modo, resulta inexplicable que elija
esas tres categorías en lugar de las dos que usaban tradicionalmente Freud y
Klein.
Entonces la
incompatibilidad entre violencia y pasión se ilumina porque la marca distintiva
de la violencia es que, cuando se la ejerce, tiene como consecuencia que se
desarme el vínculo apasionado que une a los protagonistas. La violencia
rompería la colaboración entre los individuos. El splitting estático,
que luego describirá, es una forma de evitar una violencia mayor (un falso
acuerdo) que también desarma la pasión, para mantener una relación agradable,
cómoda.
Pero no hay ningún
problema para que exista un odio apasionado, aunque es difícil comprender qué
quiere decir en ese caso “sin violencia” y debe entenderse que no se desarma la
pasión infantil reeditada. La situación edípica positiva por excelencia, el
amor de Edipo por Yocasta, sería el modelo de la pasión en el mito e implica
simultáneamente deseos mutuos de castración, muerte y amor entre Edipo y Layo.
¿Cómo tienen que ser esas amenazas para ser violentas? ¿Hasta cuándo son
pasiones y cuando dejan de serlo? Este tema se insinúa acá, pero se despliega
más adelante y tiene que ver con la descripción de cómo opera el analista con
la transferencia y con el rol de los grupos de trabajo específico. La pasión
deja de ser tal y pasa a ser violencia si el paciente pierde de vista que el
analista es el analista, al margen de lo que transfiera. Así desaparece la
curiosidad.
Es a la relación
del paciente con el analista que Bion refiere la restricción para la violencia,
a la relación de objeto que se impone en la transferencia. Las reglas del
sistema que rigen en el análisis descartan la violencia física. Pero la pasión
puede estar presente en cualquier actividad y muchas reglas de sistemas que no
son el psicoanálisis son compatibles con la violencia física. Sócrates, Platón
o San Agustín tenían pasión cuando trabajaban. Bion ponía pasión cuando,
colaborando con Rickman, tenía como enemigo a la neurosis, y como modelo a
seguir un general británico. Existía pasión en Héctor, en Aquiles y en Eneas cuando
entraban furiosos al combate y se jugaban la vida mientras segaban la de sus
enemigos. Todos ellos combatían con compromiso apasionado, en cambio, cuando
una actividad se encuadra dentro de un supuesto básico, sólo emergen aisladas
las emociones asociadas con él, la actividad se desvanece y ya no hay
desarrollo.
Si se tiene en
cuenta que Bion está hablando de las experiencias en las sesiones,
probablemente cuando habla de violencia, se está refiriendo a un acting en el sentido que la escuela
inglesa le da a este término. Es decir, algo que va por fuera o más allá de la
comunicación en un vínculo. Si el paciente relata un sueño cuyo contenido
manifiesto incluye imágenes de violencia, e intenta analizarlo, no deja de
estar apasionado. Un paciente en su mito individual más desarrollado (el que
corresponde al complejo de Edipo tardío) es como un nene que tiene celos y, por
lo tanto, impulsos parricidas y la pasión no desaparece porque en sus sueños
mate al analista como si fuese su padre, mientras no olvide que su analista es
su analista, que junto a él colabora en la interpretación del sueño.
Una interpretación
debe observar la pasión, su integridad o su desarme y (como los grupos de
trabajo específico) intenta impedir que las metas de cada supuesto básico se
consumen. Habrá pasión, por lo tanto, mientras el trabajo se mantenga en el
nivel del "como sí" (as if)
y no invada el quehacer entre paciente y analista.
Veamos como
ejemplo al paciente del sueño del pescado de M. Klein, un sueño apasionado si los hay. El paciente no podía experimentar
en la transferencia los sentimientos que Klein insistía en interpretarle, hasta
que sueña aquel sueño, lleno de crueldad, en que aparece un bebé con los
intestinos desgarrados por un anzuelo. Klein interpreta la envidia genital. Le
dice que ella es el pescado porque el paciente le hizo tragar el anzuelo de que
él era mejor de lo que era y le robó o destruyó libros[6],
ideas y bebés. Entonces el paciente sueña otro sueño con peces que chupan la
sangre y ballenas y tiburones y Klein lo interpreta según la teoría de la
envidia primaria. Comenta estos sueños como modelos de insight. Al cabo de
pocas sesiones el paciente se guarece como un pollito bajo las alas de Klein.
También podríamos
tomar como ejemplo al paciente A de Bion (1950). Se ha pasado años escurriendo
las emociones, no tenía pasión. Pero cuando Bion acierta con su interpretación
del mellizo surge la misma en un sueño lleno de violencia. Esta no es la
violencia que Bion descarta para considerar que haya o no pasión.
La dimensión
sensorial es diferente de la que corresponde a la pasión. Si un paciente le
dice a su analista "Lo odio", con tono de enojo, estamos en el nivel
de la dimensión sensorial, y eso no es considerado una pasión ni representa un
vínculo emocional necesariamente, en cambio, si cuenta un sueño (C) donde ese
odio se evidencia, sí la hay. Puede
haber enojo en un paciente sin pasión. Queda claro entonces que la dimensión en
el dominio del sentido no es incompatible con la de la pasión, sino que se
correlacionan.
La pasión no es
sensible, puede ser sensual. La
pasión requiere elementos a (aunque puede lograrse
también con elementos b) y L, H y K integrados con el predominio de cualquiera
de ellos. Si la pasión es sensual, seguirá siendo pasión; simplemente
predominará L. De las últimas postulaciones se deduce para lo sensual algo
semejante a lo que antes razonó para la violencia. La excitación fuera de un
vínculo no es pasión. Para que haya pasión debe haber vínculo entre ambas
mentes. Tienen que estar sintonizadas entre sí. No se está refiriendo a nada
por fuera de la experiencia analítica. Hace falta como mínimo una fantasía y
realizaciones transferenciales que la actualicen. Existen pasiones de tipo muy
primitivo, anterior a la adquisición del paciente de la capacidad para
personificar, pero recién se ocupará de ellas a partir del capítulo VIII.
Cuando existe pasión
entre analista y paciente, el analista participa de la pasión y la comprende
según los modelos del mito personal del paciente; lo que le es posible, gracias
a que ha analizado el suyo propio. El analista también siente, si no, no hay
pasión. La interpretación tiene en cuenta las tres dimensiones y trabaja para
promover el desarrollo del paciente. Pero los acontecimientos pueden no
obedecer a este patrón, y entonces existe algún trastorno en la comprensión.
Cuando eso sucede y el analista no lo percibe, algo pasa en su
contratransferencia. El analista no puede ver las determinaciones inconcientes,
ni la significación ni el significado de lo que está sucediendo allí.
Bion restringe el
uso del término contratransferencia a
esto, más en consonancia con lo que Freud y Klein pensaban de ella. La
contratransferencia es un indicador de represión por parte del analista, que
está inclinado hacia una comprensión equivocada, evadiendo sentimientos que no
puede pensar.
La pasión está
mejor encuadrada en posición depresiva que en posición esquizo-paranoide,
aunque, como sabemos, en esa posición existen momentos depresivos inestables. A
la oscilación de esos momentos depresivos inestables, alternando con las
defensas esquizoides muy primitivas que los desarman y niegan la realidad
psíquica se refiere toda la clínica de “Volviendo a pensar”. No importa si en
los momentos depresivos la relación es predominantemente de odio. Se anotará en
ese caso H. Allí hay "calor" e "intensidad" siempre.
[1] Degradar grandes moléculas en componentes sencillos:
aminoácidos, ácidos grasos, cholesterol, glucosa, etc.
[2] “¿Que
quizá soñando estoy, aunque despierto me veo? No sueño, pues toco y creo lo que
he sido y lo que soy.”
[4]
Bion, a medida que su obra progresa, es rotundo al afirmar que el análisis sólo
investiga, no tiene el propósito de lograr mejorías.
[5]
Podría haber escrito sueño y, de hecho, a veces, lo hace.
[6] El robo y destrucción de los libros no es lo que nos
importa, configuran actos violentos, no así el sueño de los que son el resto
diurno.
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