miércoles, 29 de noviembre de 2017

"Elementos del psicoanálisis" Capítulo 4



Capítulo 4
                   
Los elementos del psicoanálisis permiten distinguir un tratamiento psicoanalítico de los análisis que marchan bien sólo en apariencia. Comienza así su exploración desde la clínica tal como prometió en el capítulo 2.
I)                Resume los enfoques realizados hasta acá y busca las cualidades esenciales de un psicoanálisis genuino. Destaca la importancia de la transferencia y las condiciones de intimidad, privacidad y abstinencia. Subraya la importancia de la transferencia por ser el instrumento que permitió estudiar, aunque tardíamente, a un individuo a través de su interacción en un grupo.
II)              Replantea el sentimiento de soledad de Klein dentro del marco transferencial.                                   

I.             los podía buscar (I) por las cualidades secundarias en la experiencia (la posibilidad de observación), (II) en las teorías, y (III) combinando los dos métodos.
Señaló algunas características de las abstracciones que constituyen los elementos:
i)             Deben poder representar la realización para la que se los crea. 
ii)            Deben poder articularse y
iii)          Una vez articulados, deben formar sistemas científicos deductivos.

Ahora enfoca una sesión psicoanalítica y busca cuales elementos, en las realizaciones, pertenecen al psicoanálisis, sólo a él y permiten así distinguirlo de otras experiencias emocionales diferentes. No menciona a cuáles experiencias se refiere y deja por ahora una penumbra que permite imaginar dos alternativas:
a)   otra psicoterapia,
b)   un psicoanálisis que no progresa o impasse. Esta última es la que enfoca especialmente. 
Bion cree que la manera científica de determinar si un tratamiento dado puede realmente ser considerado un psicoanálisis es a través de la determinación de sus elementos genuinos en las realizaciones. Si los analistas no los encontraran, deberían resignarse a recurrir a un catálogo de detalles formales que, por acumulación, lo distinguieran, pero en ese caso lo que lograrían es, apenas, caracterizar una imitación del psicoanálisis; Bion no quiere un catálogo de normas técnicas. La construcción de la tabla se dirige a alertarnos acerca de los peligros de enfrentar un paciente, sin tener en cuenta a la parte psicótica de la personalidad, especialmente en los pacientes fronterizos, que son los que más riesgos presentan de sólo aparentar estar analizándose. Una vez que la haya construido, podrá someter cualquier tratamiento a una revisión, valiéndose de ella y decidir si el psicoanálisis está en marcha o no.
La especial cualidad de las emociones Una dificultad que surge de inmediato es definir la cualidad de las emociones en un tratamiento psicoanalítico. Trae referencias a los comentarios de los pacientes acerca de este punto. Es realmente muy común oír objeciones en los pacientes: “El análisis es frío, elimina la pasión". Y también: "Se sufre estando en análisis”. El problema es que las emociones en el análisis adquieren una cualidad especial muy diferente de las que tienen lugar en una alcoba, una guerra, una Iglesia o una fiesta. Más adelante retomará ambos tópicos. En el psicoanálisis la sexualidad, la violencia y el dolor reciben un tratamiento muy particular, diferente del que tienen en otros ámbitos. La mejor brújula es comparar la experiencia emocional analítica con otras que lo son en apariencia, propias y de los demás psicoanalistas. Por eso nos invita a los analistas a comparar nuestras experiencias con las suyas.
La regla de abstinencia descripta por Freud impide al analista cooperar con la realización de los deseos que son moneda corriente en el inconciente del paciente y del analista; impide así correr riesgos.  Estos peligros ganan en claridad si se los clasifica según los supuestos básicos, ya que el psicoanálisis es una ocasión más en las que los hombres se agrupan. El prejuicio social (presente en la mente del paciente, del analista y del público) señala como peligro más frecuente el que corresponde al supuesto de apareamiento. Por ende, si dos personas se reúnen en un cuarto, lo que el común de la gente creerá es que se sentirán inclinados a tener relaciones sexuales, para estar mejor y no correr el riesgo de experimentar soledad, pues su mutua frialdad los condenaría a la incomprensión y el desamor. Pero no sólo este grupo de emociones, sino también las asociadas a los otros dos supuestos básicos, pueden existir en las mentes de los protagonistas del tratamiento, tanto en lo que hace a las metas como a los peligros.
Tres anécdotas pueden ilustrar bien este punto:
1.    L: Las monjas del convento están preocupadas porque Sor María se queda sola con un hombre, a puertas cerradas, durante cincuenta minutos.
2.    H: Los padres de Marisa, una adolescente histérica muy actuadora, están separados y se odian. Cada uno cree que la psicopatología del cónyuge es responsable de la enfermedad de su hija. La madre (el padre) teme que Marisa me mienta y me lleve a pensar que ella (él) es el culpable de la enfermedad y así consiga enrolarme en una campaña en contra de ella (él). Marisa alterna en la elección del enemigo de turno.
3.    K: El padre de Alberto, un amigo mío, le decía irónicamente, cada vez que su hijo partía hacia su sesión: "Ay Alberto, ya te vas a lo de la gitana para que te adivine la suerte". La mayoría de las personas cree que los psicoanalistas poseen algún conocimiento acerca de cómo se debe vivir - por poco que esto quiera decir - y supone que pueden guiar a sus pacientes por un buen camino.     
Luego emplea otros términos: El analista y el analizado no deben perder la sensación de aislamiento dentro de la relación íntima que mantienen. Por “relación íntima” se entiende una relación apasionada entre individuos.
El aislamiento alude a que en el consultorio:
1º. sólo se habla de lo que está sucediendo allí,
2º. sin pasar a actuar nada de lo que se siente.
3º. nadie, fuera de los protagonistas, puede participar de la experiencia. Además, nos remite desde ahora al sentimiento de soledad tal como lo concibió Melanie Klein, en sus tres variantes[1].
Éste, replanteado desde los aportes de Bion a la teoría de los grupos, podría pensarse así: si los miembros participan de las premisas tácitas del supuesto vigente, se sienten acompañados, pero pagan el precio de que cada individuo pierde importancia, con el fin de que el grupo asegure su existencia y eso combata la sensación de soledad. Por lo tanto, si un individuo se aparta de los supuestos, es aislado inmediatamente por el resto de los miembros.
También enfatiza la privación propia del análisis -en el sentido de privacidad- y afirma que el analista tiene la responsabilidad de que lo que allí sucede no sea compartido por nadie, ni en lo que hace a los contenidos, ni en lo que respecta al ejercicio de la responsabilidad por las consecuencias que pueda traer lo que ocurra en el consultorio. Bion afirma que aún con una cooperación mala por parte del paciente, el clima de privación debe ser el mismo. En eso es consecuente con Klein quien trataba a niños y psicóticos con el encuadre clásico y se enfrenta a las propuestas de alterarlo que existían en la Sociedad Británica. La continencia depende de la comprensión y no de hacer o dejar de hacer algo extraño a las reglas clásicas del sistema.  Recordemos que Bion, en sus primeros trabajos (en el ejército), afirmaba que él, como terapeuta de los grupos de soldados, debía comportarse como un general del Ejército Británico, para que, con su ejemplo, pudiese inspirar a los enfermos el sentido de responsabilidad.  Después, como analista, permite e invita al paciente a compartir en la experiencia, el trabajo de mantener la intimidad y la abstinencia con igual sentido de responsabilidad. Las consecuencias generales a las que se refiere son los cambios que pueda experimentar la personalidad del paciente; entre ellas se destaca, cuando el paciente es un fronterizo, la posibilidad de que experimente un brote psicótico, en cuyo caso la privacidad se pierde, porque los familiares, los médicos, los abogados y el público irrumpen. 
Sería voraz:[2] el analista que no se conformara con los frutos de la experiencia científica que tiene lugar allí y procurase algo más. Puede ser que intentara hacer que otros participen, ya sean conocidos suyos, o él mismo, pero no en su carácter de científico. Eso desbarataría la posibilidad de que el análisis exista. En “Experiencias en grupos” insistía largamente en la inadecuación de interpretar algo a uno de los individuos del grupo, por ejemplo: un sueño, porque no estaban dadas estas condiciones de intimidad. En cambio, el psicoanálisis las brinda.
La generosidad del analista se manifiesta en participar del vínculo, estar atento a y tolerar las emociones transferenciales, que lo habrán de invadir (asociadas a los supuestos básicos) y sufrir la sensación de soledad a la que se expone cuando participa como individuo.
El sentimiento de soledad, que resulta de las condiciones anteriores, provoca en el paciente la sensación de que el analista no lo comprende y en consecuencia no lo gratifica, porque ha despertado en él pasiones que no se consuman. Klein describe largamente este sentimiento como la sensación de haber perdido una situación de seguridad, un estado perfecto, una relación de comprensión mutua inefable, que supuestamente existió en el pasado (entre la parte buena del self y un objeto bueno idealizado). Se trata por lo tanto de un paraíso perdido, como más adelante Bion ilustrará con mitos. Comparando su situación actual, en análisis, con el estado perfecto, el paciente se siente expuesto a la soledad. Por lo tanto, según Klein un individuo se siente solo, de tres maneras diferentes cuando:
c)    está rodeado de gente que lo mal-entiende con malas intenciones, 
d)   está rodeado de gente que no está ya en condiciones de entenderlo, porque han sufrido ataques que los privaron de las virtudes necesarias para comprenderlo, aun cuando lo intentasen,
e)   o rodeado por personas del sexo opuesto a las que supone dotadas de cualidades inferiores. 
El sentimiento de soledad del analista se hace mucho más accesible si recordamos los trabajos de grupos. La fuente de la vitalidad de los participantes son las emociones asociadas a los supuestos básicos que surgen cuando el grupo se reúne. Si cualquiera interviene como un individuo, se aparta de los supuestos y despierta emociones que no son bienvenidas por los miembros que reaccionan con hostilidad; pero él mismo, como miembro, que es del grupo, se siente en riesgo al contradecir los supuestos con su intervención, ya que de las emociones asociadas al supuesto vigente emana la fuente que da fuerza a la existencia del grupo.
La separación de los demás miembros implica un costo de dolor y soledad debido a la herencia animal heredada. Esto padece el analista cuando sostiene las reglas del sistema (la actitud analítica).
La herencia primitiva animal estaba fuertemente sugerida en “Experiencias en grupos”, como si las personas que funcionan en supuesto básico fueran más parecidas a una transición entre manadas y un grupo humano, que nos remite a las hordas. De cualquier manera, los miembros de los supuestos básicos son más humanos que las cebras. En ellas hay sólo instinto y en los miembros emociones asociadas como valencias. Hay que seguir al líder de la manada. Remoza así "Totem y tabú"
Para los miembros:
(i)              el líder es un dios al que hay que tener cerca.
(ii)             Cuando el líder ha establecido su supremacía, se acopla a las hembras que elige y los otros ejemplares machos miran sin chistar. En cambio, los miembros confían en que los retoños traerán porque sí, sin que nadie haga nada, un estado de seguridad y bienestar mayores, por la llegada de un Mesías. 
(iii)            Si aparece alguien que no pertenece a la manada hay que matarlo o fugarse. En cambio, los hombres necesitan un líder que más bien encuentre o invente un enemigo y planifique una huida o una batalla, que casi nunca se consuma (a veces sí)[3].
         El Mesías es un Dios que retorna luego de una muerte aparente ya que su mortalidad circunstancial fue su propia decisión. Históricamente los judíos esperaban la llegada del Mesías, a lo sumo, en meses. Los hechos han obligado a variar la acepción. Una llegada del Mesías traería un cambio catastrófico –algo que salve al planeta y el futuro de la humanidad- o bien un desastre apocalíptico –una catástrofe.
Después Bion reformuló estas conclusiones en términos compatibles con el desarrollo evolutivo kleiniano. Cada ser humano, ante la angustia que le provoca su participación en grupos, tiende a producir una regresión desde la posición depresiva a la esquizoparanoide. Simultáneamente la posición esquizoparanoide se achata hasta que sólo un tercio (H, L o K) de las emociones propias del complejo de Edipo subsisten y cada miembro efectúa una identificación proyectiva que provoca un sorprendente resultado: todos tienen acuerdos básicos iguales, metas y temores iguales. Así compatibilizaba el análisis británico con sus descubrimientos acerca de la psicología de las masas, siguiendo la senda de Freud.[4]
Bion va a retomar más adelante el problema de los instintos, pero no hace una crítica explícita de los postulados freudianos. Se limita a describir hipótesis intermedias relacionadas con el tema, como la de los fenómenos protomentales (un equivalente del concepto de pulsión por estar en ellos indiferenciado lo corporal de lo mental) de donde emergen de a uno los fenómenos propios de los supuestos básicos, cuando logra producir fenómenos psicológicos. Existe una serie complementaria entre el grado de desarrollo que alcanzan los fenómenos protomentales hacia diferentes manifestaciones psicológicas, físicas y sociales y la capacidad del especialista (psicólogo, médico o sociólogo) de percibirlos, sofisticando los instrumentos de observación. No existen evidencias sensibles de los fenómenos protomentales. Si se las pudiese detectar, pasarían a ser mentales, físicos o sociales.
La separación puede lograrse sólo a costa de sentimientos dolorosos de soledad y abandono que son:
(1) El sentimiento de inseguridad que siente el analista con su parte miembro del grupo, cuando interviene como un individuo,
(2) el sentimiento de soledad que también siente como individuo porque pierde su contacto con los objetos con los que conformaba el grupo, que son desconocidos.
El objeto aparentemente abandonado es
(1) la mente primitiva y
(2) la primitiva capacidad social del individuo como un animal político con el prójimo. 
El individuo, o sea la parte de la personalidad separada del grupo, o el analista separado de las emociones que comparte en el vínculo transferencial, tiene una tarea nueva, diferente de la que tiene un miembro del grupo. Este último tiene que ajustarse a las normas del supuesto básico que rige, para lo cual tiene que estar atento al ambiente en busca de un dios presente o futuro que tenga omnisciencia, o uno actual que detecte enemigos.
En cambio, la parte separada tiene que estudiar
a)   al individuo y
b)   cómo lo afecta el hecho de que, simultáneamente pertenece, como miembro, al grupo en el que vive.
Esta sería la versión de Bion de lo que Freud planteaba desde el principio en términos de la determinación inconciente, como el objeto de estudio de los psicoanalistas. Retoma, con otros términos, lo que ya hacía en "Aprendiendo de la experiencia": la función psicoanalítica de la personalidad.
Él cree que la Religión, primero con los mitos y luego con la obra de los teólogos, en tanto se detuvo en el estudio de las imperfecciones del hombre, inauguró este tipo de pensamiento. Otro tanto hizo el arte en tanto se dedicó a desentrañar las pasiones de los hombres.[5] La ciencia en cambio, por mucho tiempo, se dedicó al estudio del ambiente. El psicoanálisis tendría un lugar privilegiado, desde Freud y sus descubrimientos sobre los sentimientos incestuosos y parricidas, pero fundamentalmente desde que estudió al individuo en la dinámica de un grupo de a dos (1905). Klein avanzó notoriamente con sus descubrimientos sobre la identificación proyectiva, que juega un papel destacado en el desarrollo del pensamiento.
Habría acontecido un cambio extraño en el hombre. Algo que no es meramente adaptativo, sino que va en contra del comportamiento de sus ancestros, porque le permite, al no estar atento sólo al ambiente, desarrollar una mente individual y adquirir una conciencia que se puede estudiar a sí misma.[6]


















[1] 1963. “Sobre el sentimiento de soledad”.
[2] Usa términos como “voracidad”, porque está investigando los elementos de la clínica psicoanalítica. Elementos como estos se disciernen claramente como parte de la experiencia emocional. El analista puede considerar de qué manera ellos son esclarecidos por las teorías psicoanalíticas, por ejemplo, la del erotismo anal.
 


[3] Cuando se combate, los hombres funcionan como grupo de trabajo. El ejemplo máximo de habilidad militar quizá fue Alejandro y Gaugamela la batalla ideal. 
[4] "Group Psychology and Ego analysis" es la traducción de Strachaey. De donde “group” tiene como acepción grupo y masa. 
[5]  Nora Costantino, mi mujer, cree que no hay comprensión de la naturaleza humana que supere la de Marcel Proust, al que considera junto a Joyce el mayor exponente de la literatura del siglo XX. Lo considera “la cumbre” por así decir, pero la lista de genios debería incluir a Homero, los griegos de los siglos IV y V a.c., Shakespeare, Cervantes, Borges, Tolstoi, Dostoievski. Me detengo porque la nota sería más larga que el capítulo. Suele leerme fragmentos o poemas que aúnan comprensión y belleza conmovedoras. 
[6] Se puede rastrear quién fue la primera mujer (fueron más de una, pero no muchas más). Pertenecen al género homo sapiens. Su seguimiento se hace mediante el AND mitocondrial. Eran habitantes de frica que vivieron hace 200.000 años. Desde allí migraron sus descendientes y poblaron la Tierra toda.

"Elementos del psicoanálisis" Capítulo 3



Capítulo 3

Todos los elementos son funciones y tienen tres dimensiones.
I.                Son funciones.
II.               Cumplen funciones.
III.             Enumera las magnitudes que registran los psicoanalistas, es decir las dimensiones observables de los fenómenos psicoanalíticos.

I Los elementos son funciones
La aproximación a los elementos que espera descubrir en las realizaciones va a ser gradual. Por ahora ha descripto las características que deben tener. Si recordamos los comentarios teóricos de Wisdom, comprenderemos cuan complicado es el camino que recorrerá hasta el último capítulo. Se ha propuesto explorar la clínica y estudiar las teorías, combinar ambas perspectivas y recién entonces podrá precisar los elementos. El presente paso es muy importante; lo que aquí describe va a ser central.
El primer contacto de un recién nacido es con una función.
Retomamos el comentario que ya expusimos acerca del orden en "Volviendo a pensar". Está dividido en dos partes:
1º. hasta "Sobre la arrogancia" exclusive, desarrolla los factores de los que la personalidad depende;
2º. Después se dedica a investigar el ambiente –la relación con la madre- invirtiendo así la secuencia evolutiva del mito que se reconstruye, porque describe en último término los fenómenos más tempranos.
Los factores que integran las funciones son cualidades propias de la personalidad del paciente, rastreables a partir del tipo de relación de objeto que el self establece, según su grado de integración. Entre los factores, algunos son de orden constitucional y suelen estar expresados mayormente en terminología kleiniana. Una buena muestra de ellos se encuentra en el comienzo de "Diferenciación de la personalidad psicótica de la no psicótica".
El producto de los factores determina cómo es la transferencia en un análisis conducido con una noción de proceso semejante a la de Klein. Como no abundan las muestras, es difícil describir el paradigma, especificando cuáles son los factores y cuáles las variantes cuantitativas que tenían en cuenta los autores post-kleinianos. Klein en "Envidia y Gratitud" privilegia el quantum de envidia y odio y la capacidad de amar. En el capítulo 10 de este libro hay una enumeración probable de los factores principales:
1)    amor,
2)    odio,
3)    curiosidad,
4)    envidia, y
5)    voracidad.
Básicamente se pueden reconocer dos tipos de pacientes representativos, según el peso de los factores constitucionales:
1) Pacientes neuróticos, cuyo modelo es la histeria de angustia y
2) Pacientes con alteraciones del pensamiento provocadas por importantes regresiones a la fase esquizoparanoide, cuando enfrentan en su desarrollo los conflictos depresivos, con poca tolerancia para la ansiedad.
La propuesta sería poder desarrollar una fórmula en la que una experiencia emocional repetida y típica de la personalidad pueda “calcularse” mediante una ecuación con una constante de proporcionalidad y factores varios como la envidia y la capacidad para tolerar la angustia en el segundo miembro.
La personalidad = k. Envidia x voracidad x tolerancia a la angustia
Porque plantea esta meta, cuyo cálculo es inconcebible en el presente, incluye más adelante en la tabla una hilera para el cálculo, por ahora vacía.
II    Tienen funciones                                                                     
Los elementos tienen o cumplen funciones que dan por resultado fines. Para los médicos es imposible desligar el término de la fisiología, pero “aim” se relaciona naturalmente con las teorías sucesivas de Freud acerca de la energía que abastecen con pulsión la mente. El fin de una pulsión aislada es básicamente la descarga, que Bion relaciona oportunamente con el principio del placer. Pero el tema se complica si se tienen cuenta las organizaciones libidinales que Freud y Abraham acuñaron. Si las pulsiones están organizadas, hay relaciones de objeto y por lo tanto intercambios entre el hijo y los padres.
Las funciones del tubo digestivo en sus dos orificios terminales pasan a servir de apuntalamiento para los fines propios de los vínculos entre el infante y la madre. Sobre las funciones digestivas, se modelizan las psicoanalíticas: la incorporación, expulsión, escisión, digestión o discriminación y enlace de las partes, son ahora los fines. Tratemos que desbrozar estas vertientes, teniendo en cuenta las funciones del yo.
a) Heredera de los desarrollos de su analista, Klein piensa que tanto el self como los objetos cumplen funciones. Utiliza para describirlas el nombre de mecanismos y rara vez el de funciones:
 i) defensa contra el instinto de muerte,
ii) deflexión instintiva,
iii) incorporación o introyección,
iv)  disociación,
v) fragmentación, integración,
vi) síntesis,
vii) reparación,
viii) función nuclear del yo,
ix) función de preservación del objeto,
x) identificación proyectiva, etc.
Estas van a subsistir en Bion, aunque no ya como mecanismos sino como funciones que se realizan en las sesiones entre ambas mentes participantes.
  b) Bion utiliza los procesos biológicos como modelos. Dentro de la fisiología, Bion usa la función digestiva para modelizar el pensar. Tiene en cuenta tres aspectos de la misma: tragar, digerir y evacuar. Esta última -evacuar- es el modelo de funcionamiento del principio del placer; en el principio de realidad intervienen fundamentalmente la incorporación y la digestión[1]. También Freud era proclive a usar como modelo el metabolismo (cata- y el anabolismo). Bion emplea también modelos urinarios (desintoxicación), respiratorios y son una constante los modelos genitales (acoplar, apareamiento). Todas estas funciones tienen evidencias sensoriales para los individuos mientras se están cumpliendo, no sucede lo mismo con los procesos neuronales y endócrinos y por lo tanto Bion no puede usarlos como modelos.
El aparato circulatorio en cambio, sí tiene evidencias sensoriales muy palmarias de su funcionamiento para un sujeto adulto y todos los idiomas están plagados con ejemplos de términos influidos por la función cardíaca, pero no han encontrado eco en los modelos de Bion, tal vez por no estar enlazados con orificios de intercambio.
c) Las funciones del yo de Freud, que participan en los procesos secundarios y son muy poco tenidas en cuenta por Klein, van a ser desplegadas por Bion en el capítulo 5. Su relación con la significación y el significado se hará evidente en ese capítulo y el siguiente.
Es decir que los elementos dependen de factores, que son propios del self y del ambiente. Sólo puede estar refiriéndose a la relación de objeto que está vigente en sesión entre la personalidad del paciente y la experiencia del analista.
Son funciones que se hacen entre sí quienes participan, paciente y analista. Siempre son personas las que cumplen las funciones, aunque el paciente a veces no lo entienda así. Puede creer que participan cosas, dioses y monstruos. En principio podríamos decir que el analista ejerce funciones sobre el material que el paciente expone y recíprocamente éste también cumple funciones. Es fundamental que el paciente exponga su neurosis. Desde el punto de vista del analista, él y su paciente están siempre vivos, pero para el paciente puede no ser así. El paciente puede pensar que el analista es una máquina (un grabador).
Cuando usamos un signo (como elemento a), representa una función, desconocida porque la realidad, cualquiera de sus partes, es incognoscible, pero sus cualidades primarias (que dependen de su delimitación conceptual) y su articulación con las demás abstracciones y secundarias (que se pueden encontrar en situaciones clínicas que se acerquen a ella), sí se pueden conocer, a partir de la teoría y de la clínica. 

IV.          Cualidades secundarias de los elementos
Los elementos del psicoanálisis pueden asumir variadas formas: son funciones.
El problema de la posibilidad de observar los elementos puede abordarse desde muchos ángulos. Elige el sentido común como un punto de partida. Y expone francamente las dificultades que eso supone, debido a desacuerdos corrientes, porque ni el común de la gente (incluyendo los científicos), ni los diferentes analistas entre sí, ni el analista y su paciente, se ponen de acuerdo acerca de qué es observable en un análisis. Los elementos deben definirse de tal forma que, por lo menos, pueda existir sentido común entre paciente y analista y los analistas entre sí. El libro está organizado acerca del desacuerdo entre un paciente y su analista acerca de la naturaleza de un objeto que ambos estudian, un objeto que parece un sueño. Acá sentido común significa común a más de una persona. Después toma en cuenta la segunda acepción del término, en referencia a experiencias sensoriales. El patrón de comparación la convalidación de la existencia de un objeto físico puede llevarse a cabo, por medio de más de un sentido. Si alguien sueña, observa un objeto que no existe en el mundo externo y puede verlo, pero no tocarlo simultáneamente. En cambio, si alguien ve una silla y además la toca, da por sentado que existe. La capacidad de un paciente de discriminar un sueño de una experiencia va a ocupar buena parte de los capítulos posteriores; porque como acabamos de decir considerará al sueño como el prototipo de los objetos que estudia el psicoanálisis.
Bion nunca emplea el término “sentido” (sense) cuando quiere decir significado (meaning), siempre lo emplea como “órgano de los sentidos”, pero ahora, cuando quiere discriminar las dimensiones de los elementos, usa “sentido” de una manera muy condicionada, pues hace uso del término sólo de una manera análoga. Los psicoanalistas emplean intuiciones a las que llegan a partir de los datos que proveen los órganos de los sentidos, pero incluye a la conciencia entre ellos, actuando como si fuese un órgano de los sentidos más. Las cualidades secundarias de los elementos no van a ser simplemente sensibles, en el sentido habitual del término, sino inferencias indirectas. Toma como prototipo de un observable a la angustia el componente del material que seleccionaba Klein para orientar sus investigaciones y también un observable que Freud privilegia cuando abandona la primera tópica y se enfrasca de lleno en el punto de vista estructural.
Bion compara al psicoanalista con otro científico, pero en realidad se refiere más bien a un filósofo de las ciencias, ya que un químico da por descontado que una piedra es una piedra y se pone a estudiarla. En cambio, un filósofo de la ciencia se pregunta acerca de otras cuestiones. El químico no duda, ve y toca la piedra, está seguro, como el Segismundo de Calderón, quien sabía que estaba despierto porque miraba y tocaba y por lo tanto se daba cuenta de que su padre quería engañarlo, cuando le decía que quizás estaba soñando.[2] Un físico por su lado precisaría la dureza de la piedra determinando qué materiales raya y por cuáles es rayada, para lo cual usaría todos los sentidos que le hagan falta, sin pensar cuantos usa.
Debe haber algún sentido, más preciso que el coloquial, para establecer un sentido común en las observaciones y descripciones de los psicoanalistas. La gente no le discutiría a un físico la validez de su experiencia cuando está tratando de determinar la dureza de una piedra y en cambio, muchos les dirían a los psicoanalistas que eso que ellos observan es un engendro inexistente, que carece de sentido común. Todos dan por descontado que las piedras son duras, pero nadie da por descontada la existencia de los fenómenos que los psicoanalistas preconizan. Para peor, ni los mismos psicoanalistas se ponen de acuerdo entre sí, acerca de qué vale la pena observar en un análisis.
Sintetizando: Bion está hablando de los órganos de los sentidos (sense), pero aunados y teniendo en cuenta el órgano de la conciencia y el aparato mental del observador para definir cuál es la naturaleza del órgano de los sentidos por los que se aprehende un elemento psicoanalítico. La contraparte de esto es definir las dimensiones, que equivalen a las magnitudes que, por los sentidos (y prolongaciones mecánicas o electrónicas), se aprecian en las ciencias duras. Los elementos psicoanalíticos no se perciben con la vista, ni con ningún órgano en especial, sino con todos en conjunto y no sólo eso.
Se lamenta de tener que comenzar por algún punto y así dar la impresión de que el problema que estudia tiene un comienzo[3]. 
Desde Freud en adelante los psicoanalistas formulan premisas para explicar los síntomas, los sueños, las formaciones del inconciente y el carácter de los pacientes, basándose en que, en el inconciente, todos ellos tienen un significado entramado en el complejo de Edipo. Las premisas se ponen a prueba en las mismas sesiones. Bion opina que las premisas del psicoanálisis son más parecidas a las de la filosofía y la teología que a las de la ciencia. Ninguna de las tres tiene cálculo y todas trabajan con ideas y emociones. Define nuevamente a los objetos como derivados de los elementos, una combinación determinada de algunos de ellos. Cada interpretación -ella misma es un objeto- debe iluminar otro objeto: un sueño, un síntoma, o una formación del inconciente que se actualiza en la relación entre el paciente y el analista, que se define por una o más funciones que relacionan a los dos personajes (p¬¾®a).
Cada interpretación debe referirse a estas dimensiones necesariamente:
1.    Extensión en el dominio del sentido.
2.    Extensión en el dominio del mito.
3.    Extensión en el dominio de la pasión.
 Obviamente la única dimensión, entre las que enunció, que es sensorial es la primera. Las tres se refieren a las cualidades secundarias, en tanto el observador es impresionado por la situación trasferencial particular que el paciente establece.

III. A. Dimensión en el dominio de los sentidos 
 Lo interpretado debe ser visible o audible. Es necesario que pueda ser percibido por los órganos de los sentidos. No menciona al efecto que siente el analista provocado por las asociaciones, pero queda implícito, porque no es central en el punto que estamos considerando. Enfatiza que la experiencia emocional a la que el analista se refiere debe haber ocurrido siempre en el consultorio y, por lo tanto, se supone que ambos participantes la percibieron con los sentidos. La mayor parte de los hechos observados se refieren a dichos de los participantes, debido a la naturaleza de la regla fundamental y al tipo de herramienta que usan los psicoanalistas, que es verbal. Pero hay otro tipo de manifestaciones no verbales, movimientos, miradas, olores y sensaciones internas que capta el órgano de la conciencia de cada uno separadamente. Los relatos verbales se refieren muchas veces a imágenes visuales, por lo menos es así en los sueños y, aunque el analista no los ve, oye su narración. Las conductas físicas, los dichos, las sensaciones y las imágenes descriptas se acumulan, hasta que determinados patterns las conjuguen. Sólo cuando se repiten los fenómenos se tornan psicoanalíticamente significativos. Cada frase, movimiento, sensación o imagen puede considerarse formando parte del conjunto de impresiones sensoriales que conforman la sesión. 
El analista no puede referirse a algo que no ha pasado entre los dos, recién o en sesiones anteriores. Pero puede ser que durante las mismas alguno de los dos haya oído o visto algo que el otro no vio, mi oyó, algo que el otro no sintió y esto pasa a ser significativo. Eso no invalida la experiencia. En cambio, una interpretación queda invalidada si se refiere a algo que no pasó allí, de lo cual ambos no puedan dar cuenta con los sentidos, porque es al vínculo que los relaciona al que la interpretación se dirige y para entenderlo es necesario compartir la experiencia. Pero si el analista percibió que el paciente estaba furioso, puede ser que el paciente no lo haya notado (porque no tomó conciencia, no lo anotó, lo olvidó o haya desaparecido) y eso no invalida la interpretación porque los otros datos de la experiencia en común sí son compartidos y entonces es lícito hablar de ella. Lo mismo vale para aquellas veces en que los dichos del paciente se refieren a experiencias que él sintió como tales, en las que el analista supuestamente intervino, pero que en realidad eran sueños no reconocidos como tales, alucinaciones, y el analista ignora el hecho. Eso también es significativo.  Si el analista percibe angustia en el paciente, no usa sus sentidos sino indirectamente y de una manera muy distinta de la que emplea el paciente, ya que la angustia es suya (del paciente) y la siente directamente.
Esta dimensión requiere pocas palabras para su descripción, pero invalida un gran número de intervenciones que habitualmente se emplean en las psicoterapias y son inadecuadas para el psicoanálisis. La obra de Freud fue tan contundente que se ramificó en muchas disciplinas colaterales que también buscan la mejoría[4] de los pacientes por medio de la palabra, pero no respetan las dos reglas básicas del método psicoanalítico: 1) la asociación libre como consigna para el paciente y 2) la regla de abstinencia y la atención flotante para el analista. Según la dimensión del sentido, el analista rompe el significado manifiesto de lo que el paciente dice y hace, pero no puede hablar más que del material que se presenta en la sesión, tal como se presenta. No puede dirigir un interrogatorio, diseñar estrategias o elegir focos a priori. Esto requeriría una capacidad de vaticinio de parte del analista que lo iguala a un loco o a dios.
Esta condición, la del sentido, es necesaria pero no suficiente para decidir si la interacción entre dos personas que conversan es un psicoanálisis, o no.

III. B. La dimensión del mito 
 La dimensión del mito implica fabricar modelos, comparar dos o más experiencias emocionales y describir elementos en común a ambas. Afirmar que un paciente odia no va más allá del dominio de la dimensión del sentido, ya sea que el analista se dé cuenta del hecho, por el tono de voz, por los dichos, por el gesto o por la sensación de miedo que él mismo experimenta. Bion afirma que una interpretación requiere efectuar una comparación, siempre debe contener un modelo que el analista primero detecta y después formula. La interpretación debe describir cómo dice el paciente lo que dice. Un analista sólo puede intervenir y entender si existen repeticiones. En un modelo se alude a dos experiencias, la que está teniendo lugar y otra que opera como referencia; ambas tienen elementos en común. Un analista siempre describe que algo ocurre “como si” sucediese de una manera particular.                     
A una interpretación que afirme que el paciente está enojado, se le debe agregar este tipo de modelo. El paciente experimentó lo que el analista le dijo como si hubiese estado ocurriendo otra cosa. En el ejemplo que propone, el paciente reaccionó a una interpretación como “un nene que quería pegarle a su niñera, porque le había dicho que era travieso”. La referencia es siempre, directa o indirectamente, a una situación infantil y tiene en cuenta una descripción, antes no manifiesta, de las cualidades de los personajes y un peligro en ciernes.
Las afirmaciones presentes en el modelo no pretenden ser hipótesis científicas. No intentan simultáneamente afirmar una generalización válida, no tienen valor universal. Si un chico se porta mal y la niñera lo reta, el chico puede querer darle un sopapo a ella, ponerse a llorar, permanecer indiferente, etc.  En los supuestos básicos los miembros no parecen niños, parecen adoradores de una deidad, miembros de un departamento de inteligencia detectando a un enemigo, o testigos complacientes de una ceremonia herética con características sexuales. Los pacientes de "Volviendo a pensar" parecían personajes de novelas de terror, sorprendidos ante fenómenos totalmente extraños y sobrecogedores. Sin embargo, todas esas situaciones pueden ser reconvertidas, de acuerdo a leyes del sistema teórico, en situaciones infantiles del desarrollo.
Un filósofo descartaría las afirmaciones que se sostienen en los modelos como falsas. No son verdades científicas, no son buenas teorías, son meros mitos. 
El mito no es una buena teoría científica, ni una tontería irrelevante; es una dimensión necesaria de las interpretaciones psicoanalíticas. Bion prefiere emplear esta palabra para resaltar la naturaleza grupal de los fenómenos psicoanalíticos[5]. Descarta toda connotación peyorativa para el término. Le conviene para compararlo, más adelante, con los mitos sociales.   
El equipo de un psicoanalista debe contar con procedimientos que le permitan formular mitos. Los mitos personales (C) no son hechos observables (B), porque lo único “observable” son los comportamientos del paciente y del analista. Sólo son observables si se tienen en cuenta las experiencias de las que el analista participó en otros análisis, fundamentalmente en el propio. Tampoco implican una ley general de la cual se encuentra una realización allí, no son (G). La ley general (G) sólo abarca lo que tienen en común los mitos individuales. Son en cambio una evocación emocional con características de mito personal. Bion volverá a emplear estas ideas en el capítulo 20, de un modo que no resulta fácil de comprender si no se las remite aquí.
Cuando una interpretación no incluye un mito, algo falta en la interpretación, es incompleta. Por supuesto una interpretación no tiene por qué hacerse de una vez, en una única formulación, pero Bion se está refiriendo a una interpretación, no importa cuánto tiempo lleve construirla.

III. C.   La pasión
Bion afirma que prefirió “pasión” a otros términos más habituales. El amor y odio se alteran por la importancia que Bion le otorga a la curiosidad científica. Hasta acá sabíamos que L, H, y K eran algo perteneciente a la emoción que relacionaba a un participante con el otro en un vínculo, en el sentido de que uno afectaba al otro.
Les atribuye "calidez" e "intensidad"; son términos que aluden al amor y es obvio que no hay amor sin odio, pero Bion quiere eliminar de la pasión a la violencia y es difícil saber a qué se refiere, a pesar de que nos advierte acerca de que la violencia puede coexistir con la pasión si obedece a la voracidad. La voracidad es un término que Klein acuña y relaciona con la introyección. Supone la existencia de hambre, típica de la posición depresiva, aunque peca por exceso, es insaciable. Corresponde a un impulso que pretende conseguir algo que está más allá de lo que el individuo recibe, ya que no quiere dejar nada sin conocer y gozar. Está condenado tarde o temprano a la insatisfacción. Cuando un paciente frustrado atribuye mezquindad al objeto, ya no es voracidad lo que lo impulsa, porque interviene la proyección y entonces el analista deduce que el paciente está movido por envidia. La codicia supone un existente deseado y no alcanzado que se intenta incorporar, pero la intolerancia se acompaña con un splitting muy intenso que impide la digestión (discriminación) y el crecimiento. Sin embargo, requiere para existir un vínculo depresivo, aunque sea inestable, propio entonces de la pasión. La voracidad anula la facultad necesaria para abstenerse y no consumir todo de una vez (to spare).
Si nos remitiésemos a los términos de "Aprendiendo de la experiencia", podríamos decir, que cuando la envidia es el factor prominente, el paciente equipara expulsar un pecho malo a incorporar uno bueno, mientras que cuando el factor es la voracidad, el paciente incorpora muchos pechos buenos escindidos simultáneamente. Un ejemplo que ilustra magníficamente este punto se encuentra en "Notes on the theory of schizophrenia" (pag.31). 
De aquí podemos deducir que Bion piensa que existe violencia cuando actúa la identificación proyectiva excesiva, porque su accionar borra las diferencias entre el self y el objeto y por ende la relación apasionada se torna imposible. Cuando decimos vínculo depresivo no nos referimos solamente a la posición depresiva estable, sino que incluimos momentos depresivos tempranos.
Los celos en cambio son el componente más obvio del amor y son esenciales en el complejo de Edipo. Los celos incluyen odio, pero simultáneamente con amor y curiosidad. Sólo se puede eludir sentir celos por el empleo de mecanismos esquizoides que provoquen negaciones propias de la fase esquizoparanoide del desarrollo. La violencia existe entonces, las más de las veces, sin acción física, debido al mero uso de la identificación proyectiva excesiva.
No basta la presencia de L, H o K para que haya pasión.
L, H y K son elementos necesarios para construir la tabla, fueron incluidos ya entre las emociones, pero la presencia de alguno de ellos no garantiza la existencia de pasión. Esto se vuelve más comprensible si se tiene en cuenta "Experiencias en grupos". Pienso que cada supuesto básico aislado (L, H o K) presenta las emociones asociadas a cada uno de ellos. En el grupo de trabajo se desarrollan actividades que integran las emociones de los dos supuestos inactivos, para promover el crecimiento. Las interpretaciones conmueven a los supuestos básicos, se refieren a ellos. También los conmueven las intervenciones de los individuos (el paciente), aunque no sean interpretaciones. Ambas son muy distintas de las colaboraciones anónimas que formuladas por los miembros componen al supuesto básico.  Puede parecer caprichosa la analogía que trazamos entre L, H y K y las emociones asociadas a los supuestos básicos, pero fue el mismo Bion quien dijo que con el empleo de sus descubrimientos en grupos iba a conmover el psicoanálisis y, de otro modo, resulta inexplicable que elija esas tres categorías en lugar de las dos que usaban tradicionalmente Freud y Klein.
Entonces la incompatibilidad entre violencia y pasión se ilumina porque la marca distintiva de la violencia es que, cuando se la ejerce, tiene como consecuencia que se desarme el vínculo apasionado que une a los protagonistas. La violencia rompería la colaboración entre los individuos. El splitting estático, que luego describirá, es una forma de evitar una violencia mayor (un falso acuerdo) que también desarma la pasión, para mantener una relación agradable, cómoda.
Pero no hay ningún problema para que exista un odio apasionado, aunque es difícil comprender qué quiere decir en ese caso “sin violencia” y debe entenderse que no se desarma la pasión infantil reeditada. La situación edípica positiva por excelencia, el amor de Edipo por Yocasta, sería el modelo de la pasión en el mito e implica simultáneamente deseos mutuos de castración, muerte y amor entre Edipo y Layo. ¿Cómo tienen que ser esas amenazas para ser violentas? ¿Hasta cuándo son pasiones y cuando dejan de serlo? Este tema se insinúa acá, pero se despliega más adelante y tiene que ver con la descripción de cómo opera el analista con la transferencia y con el rol de los grupos de trabajo específico. La pasión deja de ser tal y pasa a ser violencia si el paciente pierde de vista que el analista es el analista, al margen de lo que transfiera. Así desaparece la curiosidad.
Es a la relación del paciente con el analista que Bion refiere la restricción para la violencia, a la relación de objeto que se impone en la transferencia. Las reglas del sistema que rigen en el análisis descartan la violencia física. Pero la pasión puede estar presente en cualquier actividad y muchas reglas de sistemas que no son el psicoanálisis son compatibles con la violencia física. Sócrates, Platón o San Agustín tenían pasión cuando trabajaban. Bion ponía pasión cuando, colaborando con Rickman, tenía como enemigo a la neurosis, y como modelo a seguir un general británico. Existía pasión en Héctor, en Aquiles y en Eneas cuando entraban furiosos al combate y se jugaban la vida mientras segaban la de sus enemigos. Todos ellos combatían con compromiso apasionado, en cambio, cuando una actividad se encuadra dentro de un supuesto básico, sólo emergen aisladas las emociones asociadas con él, la actividad se desvanece y ya no hay desarrollo.
Si se tiene en cuenta que Bion está hablando de las experiencias en las sesiones, probablemente cuando habla de violencia, se está refiriendo a un acting en el sentido que la escuela inglesa le da a este término. Es decir, algo que va por fuera o más allá de la comunicación en un vínculo. Si el paciente relata un sueño cuyo contenido manifiesto incluye imágenes de violencia, e intenta analizarlo, no deja de estar apasionado. Un paciente en su mito individual más desarrollado (el que corresponde al complejo de Edipo tardío) es como un nene que tiene celos y, por lo tanto, impulsos parricidas y la pasión no desaparece porque en sus sueños mate al analista como si fuese su padre, mientras no olvide que su analista es su analista, que junto a él colabora en la interpretación del sueño.
Una interpretación debe observar la pasión, su integridad o su desarme y (como los grupos de trabajo específico) intenta impedir que las metas de cada supuesto básico se consumen. Habrá pasión, por lo tanto, mientras el trabajo se mantenga en el nivel del "como sí" (as if) y no invada el quehacer entre paciente y analista. 
Veamos como ejemplo al paciente del sueño del pescado de M. Klein, un sueño apasionado si los hay. El paciente no podía experimentar en la transferencia los sentimientos que Klein insistía en interpretarle, hasta que sueña aquel sueño, lleno de crueldad, en que aparece un bebé con los intestinos desgarrados por un anzuelo. Klein interpreta la envidia genital. Le dice que ella es el pescado porque el paciente le hizo tragar el anzuelo de que él era mejor de lo que era y le robó o destruyó libros[6], ideas y bebés. Entonces el paciente sueña otro sueño con peces que chupan la sangre y ballenas y tiburones y Klein lo interpreta según la teoría de la envidia primaria. Comenta estos sueños como modelos de insight. Al cabo de pocas sesiones el paciente se guarece como un pollito bajo las alas de Klein.
También podríamos tomar como ejemplo al paciente A de Bion (1950). Se ha pasado años escurriendo las emociones, no tenía pasión. Pero cuando Bion acierta con su interpretación del mellizo surge la misma en un sueño lleno de violencia. Esta no es la violencia que Bion descarta para considerar que haya o no pasión.
La dimensión sensorial es diferente de la que corresponde a la pasión. Si un paciente le dice a su analista "Lo odio", con tono de enojo, estamos en el nivel de la dimensión sensorial, y eso no es considerado una pasión ni representa un vínculo emocional necesariamente, en cambio, si cuenta un sueño (C) donde ese odio se evidencia, sí la hay.  Puede haber enojo en un paciente sin pasión. Queda claro entonces que la dimensión en el dominio del sentido no es incompatible con la de la pasión, sino que se correlacionan.
La pasión no es sensible, puede ser sensual. La pasión requiere elementos a (aunque puede lograrse también con elementos b) y L, H y K integrados con el predominio de cualquiera de ellos. Si la pasión es sensual, seguirá siendo pasión; simplemente predominará L. De las últimas postulaciones se deduce para lo sensual algo semejante a lo que antes razonó para la violencia. La excitación fuera de un vínculo no es pasión. Para que haya pasión debe haber vínculo entre ambas mentes. Tienen que estar sintonizadas entre sí. No se está refiriendo a nada por fuera de la experiencia analítica. Hace falta como mínimo una fantasía y realizaciones transferenciales que la actualicen. Existen pasiones de tipo muy primitivo, anterior a la adquisición del paciente de la capacidad para personificar, pero recién se ocupará de ellas a partir del capítulo VIII.
Cuando existe pasión entre analista y paciente, el analista participa de la pasión y la comprende según los modelos del mito personal del paciente; lo que le es posible, gracias a que ha analizado el suyo propio. El analista también siente, si no, no hay pasión. La interpretación tiene en cuenta las tres dimensiones y trabaja para promover el desarrollo del paciente. Pero los acontecimientos pueden no obedecer a este patrón, y entonces existe algún trastorno en la comprensión. Cuando eso sucede y el analista no lo percibe, algo pasa en su contratransferencia. El analista no puede ver las determinaciones inconcientes, ni la significación ni el significado de lo que está sucediendo allí.
Bion restringe el uso del término contratransferencia a esto, más en consonancia con lo que Freud y Klein pensaban de ella. La contratransferencia es un indicador de represión por parte del analista, que está inclinado hacia una comprensión equivocada, evadiendo sentimientos que no puede pensar.
La pasión está mejor encuadrada en posición depresiva que en posición esquizo-paranoide, aunque, como sabemos, en esa posición existen momentos depresivos inestables. A la oscilación de esos momentos depresivos inestables, alternando con las defensas esquizoides muy primitivas que los desarman y niegan la realidad psíquica se refiere toda la clínica de “Volviendo a pensar”. No importa si en los momentos depresivos la relación es predominantemente de odio. Se anotará en ese caso H. Allí hay "calor" e "intensidad" siempre.                      






[1] Degradar grandes moléculas en componentes sencillos: aminoácidos, ácidos grasos, cholesterol, glucosa, etc.
[2]  ¿Que quizá soñando estoy, aunque despierto me veo? No sueño, pues toco y creo lo que he sido y lo que soy.”

[3] Existen fenómenos psicoanalíticos en los hombres en sociedad, que tienen un comienzo; otros, no
[4] Bion, a medida que su obra progresa, es rotundo al afirmar que el análisis sólo investiga, no tiene el propósito de lograr mejorías.
[5] Podría haber escrito sueño y, de hecho, a veces, lo hace.
[6] El robo y destrucción de los libros no es lo que nos importa, configuran actos violentos, no así el sueño de los que son el resto diurno.

"Elementos del psicoanálisis" Capítulo 5

Capítulo 5 Comienza el análisis clínico del elemento abstracto que llamó I. Para eso enumera los seis propósitos con los que ...