Capítulo
4
Los elementos del
psicoanálisis permiten distinguir un tratamiento psicoanalítico de los análisis
que marchan bien sólo en apariencia. Comienza así su exploración desde la
clínica tal como prometió en el capítulo 2.
I)
Resume
los enfoques realizados hasta acá y busca las cualidades esenciales de un
psicoanálisis genuino. Destaca la importancia de la transferencia y las
condiciones de intimidad, privacidad y abstinencia. Subraya la importancia de
la transferencia por ser el instrumento que permitió estudiar, aunque
tardíamente, a un individuo a través de su interacción en un grupo.
II)
Replantea
el sentimiento de soledad de Klein dentro del marco transferencial.
I.
los podía buscar (I) por las cualidades
secundarias en la experiencia (la posibilidad de observación), (II) en las
teorías, y (III) combinando los dos métodos.
Señaló algunas características de las abstracciones
que constituyen los elementos:
i)
Deben poder representar la realización para la que
se los crea.
ii)
Deben poder articularse y
iii)
Una vez articulados, deben formar sistemas
científicos deductivos.
Ahora enfoca una sesión psicoanalítica y busca cuales elementos, en las
realizaciones, pertenecen al psicoanálisis, sólo a él y permiten así
distinguirlo de otras experiencias emocionales diferentes. No menciona a cuáles
experiencias se refiere y deja por ahora una penumbra que permite imaginar dos
alternativas:
a) otra psicoterapia,
b) un psicoanálisis que no progresa o impasse. Esta
última es la que enfoca especialmente.
Bion cree que la
manera científica de determinar si un tratamiento dado puede realmente ser
considerado un psicoanálisis es a través de la determinación de sus elementos
genuinos en las realizaciones. Si los analistas no los encontraran, deberían
resignarse a recurrir a un catálogo de detalles formales que, por acumulación,
lo distinguieran, pero en ese caso lo que lograrían es, apenas, caracterizar
una imitación del psicoanálisis; Bion no quiere un catálogo de normas técnicas.
La construcción de la tabla se dirige a alertarnos acerca de los peligros de
enfrentar un paciente, sin tener en cuenta a la parte psicótica de la
personalidad, especialmente en los pacientes fronterizos, que son los que más
riesgos presentan de sólo aparentar estar analizándose. Una vez que la haya
construido, podrá someter cualquier tratamiento a una revisión, valiéndose de
ella y decidir si el psicoanálisis está en marcha o no.
La especial
cualidad de las emociones Una
dificultad que surge de inmediato es definir la cualidad de las emociones en un
tratamiento psicoanalítico. Trae referencias a los comentarios de los pacientes
acerca de este punto. Es realmente muy común oír objeciones en los pacientes:
“El análisis es frío, elimina la pasión". Y también: "Se sufre
estando en análisis”. El problema es que las emociones en el análisis adquieren
una cualidad especial muy diferente de las que tienen lugar en una alcoba, una
guerra, una Iglesia o una fiesta. Más adelante retomará ambos tópicos. En el
psicoanálisis la sexualidad, la violencia y el dolor reciben un tratamiento muy
particular, diferente del que tienen en otros ámbitos. La mejor brújula es
comparar la experiencia emocional analítica con otras que lo son en apariencia,
propias y de los demás psicoanalistas. Por eso nos invita a los analistas a
comparar nuestras experiencias con las suyas.
La regla de
abstinencia descripta por Freud impide al analista cooperar con la realización
de los deseos que son moneda corriente en el inconciente del paciente y del
analista; impide así correr riesgos.
Estos peligros ganan en claridad si se los clasifica según los supuestos
básicos, ya que el psicoanálisis es una ocasión más en las que los hombres se
agrupan. El prejuicio social (presente en la mente del paciente, del analista y
del público) señala como peligro más frecuente el que corresponde al supuesto
de apareamiento. Por ende, si dos
personas se reúnen en un cuarto, lo que el común de la gente creerá es que se
sentirán inclinados a tener relaciones sexuales, para estar mejor y no correr
el riesgo de experimentar soledad, pues su mutua frialdad los condenaría a la
incomprensión y el desamor. Pero no sólo este grupo de emociones, sino también
las asociadas a los otros dos supuestos básicos, pueden existir en las mentes
de los protagonistas del tratamiento, tanto en lo que hace a las metas como a
los peligros.
Tres anécdotas
pueden ilustrar bien este punto:
1. L: Las monjas del convento están preocupadas porque
Sor María se queda sola con un hombre, a puertas cerradas, durante cincuenta
minutos.
2. H: Los padres de Marisa, una adolescente histérica muy
actuadora, están separados y se odian. Cada uno cree que la psicopatología del
cónyuge es responsable de la enfermedad de su hija. La madre (el padre) teme
que Marisa me mienta y me lleve a pensar que ella (él) es el culpable de la
enfermedad y así consiga enrolarme en una campaña en contra de ella (él).
Marisa alterna en la elección del enemigo de turno.
3. K: El padre de Alberto, un amigo mío, le decía
irónicamente, cada vez que su hijo partía hacia su sesión: "Ay Alberto, ya
te vas a lo de la gitana para que te adivine la suerte". La mayoría de las
personas cree que los psicoanalistas poseen algún conocimiento acerca de cómo
se debe vivir - por poco que esto quiera decir - y supone que pueden guiar a
sus pacientes por un buen camino.
Luego emplea otros
términos: El analista y el analizado no deben perder la sensación de
aislamiento dentro de la relación íntima que mantienen. Por “relación íntima” se entiende una
relación apasionada entre individuos.
El aislamiento
alude a que en el consultorio:
1º. sólo se habla
de lo que está sucediendo allí,
2º. sin pasar a
actuar nada de lo que se siente.
3º. nadie, fuera
de los protagonistas, puede participar de la experiencia. Además, nos remite
desde ahora al sentimiento de soledad tal como lo concibió Melanie Klein, en
sus tres variantes[1].
Éste, replanteado
desde los aportes de Bion a la teoría de los grupos, podría pensarse así: si
los miembros participan de las premisas tácitas del supuesto vigente, se
sienten acompañados, pero pagan el precio de que cada individuo pierde
importancia, con el fin de que el grupo asegure su existencia y eso combata la
sensación de soledad. Por lo tanto, si un individuo se aparta de los supuestos,
es aislado inmediatamente por el resto de los miembros.
También enfatiza
la privación propia del análisis -en el sentido de privacidad- y afirma que el analista tiene la responsabilidad de
que lo que allí sucede no sea compartido por nadie, ni en lo que hace a los
contenidos, ni en lo que respecta al ejercicio de la responsabilidad por las consecuencias
que pueda traer lo que ocurra en el consultorio. Bion afirma que aún con una
cooperación mala por parte del paciente, el clima de privación debe ser el
mismo. En eso es consecuente con Klein quien trataba a niños y psicóticos con
el encuadre clásico y se enfrenta a las propuestas de alterarlo que existían en
la Sociedad Británica. La continencia depende de la comprensión y no de hacer o
dejar de hacer algo extraño a las reglas clásicas del sistema. Recordemos que Bion, en sus primeros trabajos
(en el ejército), afirmaba que él, como terapeuta de los grupos de soldados,
debía comportarse como un general del Ejército Británico, para que, con su
ejemplo, pudiese inspirar a los enfermos el sentido de responsabilidad. Después, como analista, permite e invita al
paciente a compartir en la experiencia, el trabajo de mantener la intimidad y
la abstinencia con igual sentido de responsabilidad. Las consecuencias
generales a las que se refiere son los cambios que pueda experimentar la
personalidad del paciente; entre ellas se destaca, cuando el paciente es un
fronterizo, la posibilidad de que experimente un brote psicótico, en cuyo caso la privacidad se pierde, porque los familiares,
los médicos, los abogados y el público irrumpen.
Sería voraz:[2] el analista que no se conformara con los frutos de la
experiencia científica que tiene lugar allí y procurase algo más. Puede ser que
intentara hacer que otros participen, ya sean conocidos suyos, o él mismo, pero
no en su carácter de científico. Eso desbarataría la posibilidad de que el
análisis exista. En “Experiencias en grupos” insistía largamente en la
inadecuación de interpretar algo a uno de los individuos del grupo, por
ejemplo: un sueño, porque no estaban dadas estas condiciones de intimidad. En
cambio, el psicoanálisis las brinda.
La generosidad del
analista se manifiesta en participar del vínculo, estar atento a y tolerar las
emociones transferenciales, que lo habrán de invadir (asociadas a los supuestos
básicos) y sufrir la sensación de soledad a la que se expone cuando participa
como individuo.
El sentimiento de
soledad, que resulta de las condiciones anteriores, provoca en el paciente la
sensación de que el analista no lo comprende y en consecuencia no lo gratifica,
porque ha despertado en él pasiones que no se consuman. Klein describe
largamente este sentimiento como la sensación de haber perdido una situación de
seguridad, un estado perfecto, una
relación de comprensión mutua inefable, que supuestamente existió en el pasado
(entre la parte buena del self y un objeto bueno idealizado). Se trata por lo
tanto de un paraíso perdido, como más adelante Bion ilustrará con mitos.
Comparando su situación actual, en análisis, con el estado perfecto, el
paciente se siente expuesto a la soledad. Por lo tanto, según Klein un
individuo se siente solo, de tres maneras diferentes cuando:
c)
está
rodeado de gente que lo mal-entiende
con malas intenciones,
d)
está
rodeado de gente que no está ya en
condiciones de entenderlo, porque
han sufrido ataques que los privaron de las virtudes necesarias para
comprenderlo, aun cuando lo intentasen,
e) o rodeado por personas del sexo opuesto a las que
supone dotadas de cualidades inferiores.
El sentimiento de
soledad del analista se hace mucho más accesible si recordamos los trabajos de
grupos. La fuente de la vitalidad de los participantes son las emociones
asociadas a los supuestos básicos que surgen cuando el grupo se reúne. Si
cualquiera interviene como un individuo, se aparta de los supuestos y despierta
emociones que no son bienvenidas por los miembros que reaccionan con
hostilidad; pero él mismo, como miembro, que es del grupo, se siente en riesgo
al contradecir los supuestos con su intervención, ya que de las emociones
asociadas al supuesto vigente emana la fuente que da fuerza a la existencia del
grupo.
La separación de
los demás miembros implica un costo de dolor y soledad debido a la herencia
animal heredada. Esto padece el analista cuando sostiene las reglas del sistema
(la actitud analítica).
La herencia
primitiva animal estaba fuertemente sugerida en “Experiencias en grupos”, como
si las personas que funcionan en supuesto básico fueran más parecidas a una
transición entre manadas y un grupo humano, que nos remite a las hordas. De
cualquier manera, los miembros de los supuestos básicos son más humanos que las
cebras. En ellas hay sólo instinto y en los miembros emociones asociadas como
valencias. Hay que seguir al líder de la manada. Remoza así "Totem y
tabú"
Para los miembros:
(i)
el
líder es un dios al que hay que tener cerca.
(ii)
Cuando
el líder ha establecido su supremacía, se
acopla a las hembras que elige y los
otros ejemplares machos miran sin chistar. En cambio, los miembros confían en
que los retoños traerán porque sí, sin que nadie haga nada, un estado de
seguridad y bienestar mayores, por la llegada de un Mesías.
(iii)
Si
aparece alguien que no pertenece a la manada hay que matarlo o fugarse. En
cambio, los hombres necesitan un líder
que más bien encuentre o invente un enemigo y planifique una huida o una
batalla, que casi nunca se consuma (a
veces sí)[3].
El
Mesías es un Dios que retorna luego de una muerte aparente ya que su mortalidad
circunstancial fue su propia decisión. Históricamente los judíos esperaban la
llegada del Mesías, a lo sumo, en meses. Los hechos han obligado a variar
la acepción. Una llegada del Mesías traería un cambio catastrófico –algo que
salve al planeta y el futuro de la humanidad- o bien un desastre apocalíptico
–una catástrofe.
Después Bion
reformuló estas conclusiones en términos compatibles con el desarrollo
evolutivo kleiniano. Cada ser humano, ante la angustia que le provoca su participación
en grupos, tiende a producir una regresión desde la posición depresiva a la
esquizoparanoide. Simultáneamente la posición esquizoparanoide se achata hasta
que sólo un tercio (H, L o K) de las emociones propias del complejo de Edipo
subsisten y cada miembro efectúa una identificación proyectiva que provoca un
sorprendente resultado: todos tienen acuerdos básicos iguales, metas y temores
iguales. Así compatibilizaba el análisis británico con sus descubrimientos
acerca de la psicología de las masas, siguiendo la senda de Freud.[4]
Bion va a retomar
más adelante el problema de los instintos, pero no hace una crítica explícita
de los postulados freudianos. Se limita a describir hipótesis intermedias
relacionadas con el tema, como la de los fenómenos protomentales (un
equivalente del concepto de pulsión por estar en ellos indiferenciado lo
corporal de lo mental) de donde emergen de a uno los fenómenos propios de los
supuestos básicos, cuando logra producir fenómenos psicológicos. Existe una
serie complementaria entre el grado de desarrollo que alcanzan los fenómenos
protomentales hacia diferentes manifestaciones psicológicas, físicas y
sociales y la capacidad del especialista (psicólogo, médico o sociólogo) de
percibirlos, sofisticando los instrumentos de observación. No existen
evidencias sensibles de los fenómenos protomentales. Si se las pudiese
detectar, pasarían a ser mentales, físicos o sociales.
La separación puede lograrse sólo a costa de sentimientos dolorosos
de soledad y abandono que son:
(1) El sentimiento de inseguridad que siente el analista
con su parte miembro del grupo, cuando interviene como un individuo,
(2) el sentimiento de soledad que también siente como
individuo porque pierde su contacto con los objetos con los que conformaba el
grupo, que son desconocidos.
El objeto
aparentemente abandonado es
(1) la mente
primitiva y
(2) la primitiva
capacidad social del individuo como un animal político con el prójimo.
El individuo, o
sea la parte de la personalidad separada del grupo, o el analista separado de
las emociones que comparte en el vínculo transferencial, tiene una tarea nueva,
diferente de la que tiene un miembro del grupo. Este último tiene que ajustarse
a las normas del supuesto básico que rige, para lo cual tiene que estar atento
al ambiente en busca de un dios presente o futuro que tenga omnisciencia, o uno
actual que detecte enemigos.
En cambio, la parte
separada tiene que estudiar
a) al individuo y
b) cómo lo afecta el hecho de que, simultáneamente
pertenece, como miembro, al grupo en el que vive.
Esta sería la
versión de Bion de lo que Freud planteaba desde el principio en términos de la
determinación inconciente, como el objeto de estudio de los psicoanalistas.
Retoma, con otros términos, lo que ya hacía en "Aprendiendo de la
experiencia": la función psicoanalítica de la personalidad.
Él
cree que la Religión, primero con los mitos y luego con la obra de los
teólogos, en tanto se detuvo en el estudio de las imperfecciones del hombre,
inauguró este tipo de pensamiento. Otro tanto hizo el arte en tanto se dedicó a
desentrañar las pasiones de los hombres.[5]
La ciencia en cambio, por mucho tiempo, se dedicó al estudio del ambiente. El
psicoanálisis tendría un lugar privilegiado, desde Freud y sus descubrimientos
sobre los sentimientos incestuosos y parricidas, pero fundamentalmente desde
que estudió al individuo en la dinámica de un grupo de a dos (1905). Klein
avanzó notoriamente con sus descubrimientos sobre la identificación proyectiva,
que juega un papel destacado en el desarrollo del pensamiento.
Habría
acontecido un cambio extraño en el hombre. Algo que no es meramente adaptativo,
sino que va en contra del comportamiento de sus ancestros, porque le permite,
al no estar atento sólo al ambiente, desarrollar una mente individual y
adquirir una conciencia que se puede estudiar a sí misma.[6]
[1] 1963. “Sobre el sentimiento de
soledad”.
[2] Usa términos como
“voracidad”, porque está investigando los elementos de la clínica
psicoanalítica. Elementos como estos se disciernen claramente como parte de la
experiencia emocional. El analista puede considerar de qué manera ellos son
esclarecidos por las teorías psicoanalíticas, por ejemplo, la del erotismo
anal.
[3] Cuando
se combate, los hombres funcionan como grupo de trabajo.
El ejemplo máximo de habilidad militar quizá fue Alejandro y Gaugamela la
batalla ideal.
[4] "Group Psychology and Ego analysis" es la traducción
de Strachaey. De donde “group”
tiene como acepción grupo y masa.
[5] Nora Costantino, mi mujer, cree que no hay comprensión
de la naturaleza humana que supere la de Marcel Proust, al que considera junto
a Joyce el mayor exponente de la literatura del siglo XX. Lo considera “la
cumbre” por así decir, pero la lista de genios debería incluir a Homero, los
griegos de los siglos IV y V a.c., Shakespeare, Cervantes, Borges, Tolstoi,
Dostoievski. Me detengo porque la nota sería más larga que el capítulo. Suele
leerme fragmentos o poemas que aúnan comprensión y belleza conmovedoras.
[6] Se puede rastrear quién fue la
primera mujer (fueron más de una, pero no muchas más). Pertenecen al género homo sapiens. Su seguimiento se hace
mediante el AND mitocondrial. Eran habitantes de frica que vivieron hace
200.000 años. Desde allí migraron sus descendientes y poblaron la Tierra toda.